LIBRO DEL PROFETA ISAIAS

INTRODUCCION

Isaías, hijo de Amoz (no de Amós), fué contemporáneo de Jonás, Amós y Oseas, en Israel, si bien era más joven que ellos; y de Miqueas, en Judá. Se cree que su llamamiento al grado máximo del oficio profético (cap. 6) se efectuó en los últimos tiempos del reinado de Uzzías, más o menos en 754 A. de Cristo. Los capítulos 1-5 pertenecen a los últimos años de ese reinado, y no, como creen algunos, al de Joatán. Durante el reinado de este último, parece que ejerció su ministerio oralmente, y que no dejó ninguna crónica escrita de sus profecías, por no estar destinadas a todos los siglos. De las profecías de los primeros veinte años de su ministerio, los capítulos 1-6 constituyen todo lo que estaba destinado a la Iglesia Universal. Las nuevas épocas históricas, como las transcurridas en los reinados de Acaz y Ezequías, durante las cuales se mezclaron los sucesos ocurridos en Israel con los de los imperios asiáticos, están señaladas por los escritos proféticos. Los profetas tuvieron entonces que interpretar los juicios del Señor, a fin de hacer que el pueblo tuviese conciencia de su justicia, así como de su misericordia. Los capítulos 7-10:4 pertenecen al reinado de Acaz. Los capítulos 36-39 son históricos, y se extienden hasta el año décimo quinto de Ezequías. Es probable que los capítulos 10-12 y todos los comprendidos entre el 13 y el 26 inclusive, pertenezcan al mismo reinado. La sección histórica ha sido añadida para facilitar la correcta comprensión de estas profecías; con lo cual tenemos que el ministerio de Isaías se extiende desde 760 hasta 713 A. de C., es decir, duró cuarenta y siete años. La tradición talmúdica refiere que Isaías fué aserrado en dos, por orden de Manasés, con una sierra de madera, por haber dicho que había visto a Jehová (Éxodo 33:20; 2 Reyes 21:16; Hebreos 11:37). El relato de 2 Crónicas 32:32, parece dar a entender que Isaías sobrevivió a Ezequías, pero la frase "primeros y postreros", no está añadida como en el cap. 26:22 de este mismo libro, lo que hace posible que su historia de Ezequías no fuese completa. La segunda parte, caps. 40-66, que contiene quejas a causa de la obscena idolatría, no necesita que sea limitada al reinado de Manasés, sino que es aplicable a los reinados precedentes. Cuando Manasés ascendió al trono, Isaías tendria ochenta y cuatro años; de manera que si profetizó hasta ocho años después, debe de haber sufrido el martirio a los noventa y dos años. De ser así, Oseas profetizó por unos sesenta años. Una tradición oriental dice que Isaías vivió hasta los ciento veinte años. El argumento decisivo contra la tradición es que, según la inscripción, todas las profecías de Isaías están incluídas en el período de Uzzías a Ezequís; y la evidencia interna lo confirma.

Su ESPOSA es llamada la profetiza, es decir, dotada, como Miriam, del don profético.

Sus HIJOS no fueron considerados por él como meramente suyos; en sus nombres: Shear-jashub—"el resto regresará", y Maher-shalal-hash-baz, "Es veloz al despojo, él se apresura a la presa", se insinúan al pueblo los dos asuntos principales de sus profecías, a saber los juicios de Dios sobre su pueblo y el mundo, y su misericordia, a pesar de todo, para con los elegidos.

Su VESTIDO de saco (cap. 20:2), era asimismo una muda al par que una predicación práctica, ya que por medio de este vestuario él mismo se presenta personificando el arrepentimiento que predicaba.
SUS OBRAS HISTORICAS.—La historia, según la escribieron los profetas, es una profecía retrovertiva. Como el pasado y el futuro proceden igualmente de la esencia de Dios, una inspirada penetración en el pasado da a entender una penetración en el futuro y viceversa. De aquí que la mayor parte de los relatos del Antiguo Testamento hayan sido escritos por profetas y estén clasificados entre sus escritos. Las Crónicas, al no estar clasificadas entre éstos, no pueden haber sido escritas por los profetas, sino que han sido tomadas de sus monografías históricas. Ejemplo: la vida de Uzzías por Isaías (2 Crónicas 26:22); igualmente la de Ezequías (2 Crónicas 32:32); de estas últimas todo lo que se ha considerado importante para todos los siglos nos ha sido preservado; mientras que el resto, que era local y temporal, se ha perdido.

La INSCRIPCION (cap. 1:1) tiene aplicación a todo el libro, e indica que Isaías es el autor de la segunda parte (caps. 40-66), lo mismo que de la primera. Pues las palabras "tocante a Judá y Jerusalén", no se oponen a la idea de que la inscripción se aplique a todo el libro, ya que lo que dice contra otras naciones se debe a la relación que éstas mantenían con Judá. De ahí que Amós use la inscripción "tocante a Israel", aun cuando siguen varias profecías contra otras naciones. Ewald sostiene que los caps. 40-66, aunque espurios, fueron añadidos a la parte precedente a fin de que ésta fuese preservada. Pero esto no significa que la primera parte no estuviese conectada con la última. Aquélla termina con la deportación a Babilonia (cap. 39:6); ésta comienza con la futura redención del cautiverio. La sección que comprende los caps. 40-46, no tiene encabezamiento propio, lo que prueba que está íntimamente conectada con la precedente, y que está comprendida en el encabezamiento general del cap. 1:1. Josefo, Antigüedades, 11:1, sec. 1, 2, dice que Ciro fué inducido por las profecías de Isaías (caps. 44:28; 45:1, 13) a ayudar a los judíos a regresar a su patria y a reedificar el templo. Esdras cap. 1, confirma esto mismo; Ciro, en su edicto, se refiere claramente a las profecías de la parte segunda, en las cuales Jehová le asigna el imperio, y el deber de reconstruir el templo. Es probable que él tomase de ellas su histórico nombre de Ciro (Coresh). Además, profetas subsiguientes imitaron esta segunda parte, que Ewald atribuye a tiempos posteriores; verbigracia, cf. Jeremías 50-51, con las predicciones de Isaías contra Babilonia. La frase "El Santo de Israel", que ocurre sólo tres veces en otras partes del Antiguo Testamento, es una expresión favorita de la segunda parte de Isaías lo mismo que de la primera, que expresa la fidelidad de Dios en cumplir las promesas de su pacto. Jeremías cita esta expresión suya; lo mismo hace el autor del Sir 48:22-25 ("consoló"), que cita el cap. 40:1, como de Isaías. Lucas 4:17 cita el cap. 61:1, 2 como de Isaías, y leído por Jesucristo en la sinagoga.

Lo ACERTADO de las profecías es sorprendente; lo que ocurre en la segunda parte de Isaías, acontece en Miqueas 4:8, donde el destierro babilónico y la liberación son PREDICHOS 150 años antes de que las hostilidades entre Judea y Babilonia se hubiesen iniciado. Por otra parte, todos los profetas que predijeron la invasión asiria coinciden en afirmar que Judá sería librada no por la ayuda egipcia, sino directamente por el Señor. Aun más, Jeremías, cuando los Caldeos estaban en la cúspide de su prosperidad, predijo su conquista por los Medos, quienes entrarían en Babilonia por el lecho seco del Eufrates, una noche de orgía. Ningún cálculo humano podría revelar estos acontecimientos. Eichorn califica estas profecías como "veladas descripciones históricas", reconociendo, a despecho de sí mismo, que son algo más que fantasías poéticas. El capítulo 53 de Isaías fué escrito con certeza siglos antes del advenimiento del Mesías; sin embargo, aquí se describen minuciosamente sus sufrimientos. Estos no pueden ser una invención judía, porque los judíos esperaban a un Mesías que viniese a reinar, no a sufrir.

Los racionalistas tienen hasta cierto punto razón en decir que las PROFECIAS descansan sobre UNA BASE GENERAL que las distingue de la adivinación. Esto se debe a que descansan sobre la idea esencial de Dios. Los profetas, compenetrados de este conocimiento interior de su carácter, tienen conciencia de las leyes eternas por las cuales el mundo está gobernado, a saber, que el pecado es la ruina del hombre, y que tiene que ser seguido por el juicio, pero que el pacto de misericordia hecho por Dios con sus electos, es inmutable. Sin la profecía el residuo de los elegidos habría decrecido, y hasta los juicios de Dios habrían fracasado en sus propósitos al no reconocérseles ese carácter, ya que serían meros hechos aislados, carentes de significado. Babilonia estaba en los días de Isaías bajo el dominio de Asiria; había tratado, sin éxito, de rebelarse; pero los elementos de su éxito y grandeza posteriores, ya existían entonces. El Espíritu Santo iluminó las facultades naturales del profeta para discernir su levantamiento, y sus facultades espirituales para prever su caída: consecuencia infalible, según las eternas leyes de Dios, del orgullo que el éxito pagano genera; y también la restauración de Judá, como el pueblo del pacto con quien Dios, de conformidad con su esencial carácter, no estaría airado para siempre. La verdadera conversión es el gran remedio que el profeta propone contra todos los males. En esto únicamente consiste su norma de conducta: El reprender, amenazar y prometer se suceden de una manera recular. La idea básica de todo se halla en el capítulo 26:7-9; Levítico 10:3; Amós 3:2.

EL USO DEL PRESENTE Y EL PRETERITO en la profecía no prueba que el autor sea posterior a Isaías, pues los videntes ven lo futuro como presente, e indican que lo pasado ideal no fué un pasado real. Es que ven las cosas a la luz de Dios, quien "llama a las cosas que no son como si ya fuesen". Cuando contemplamos desde una gran eminencia un paisaje, nos parece que las colinas están pegadas unas a otras, aunque en realidad están muy separadas. Es lo que ocurre con los sucesos predichos: el orden, la sucesión y la agrupación están presentes, en tanto que los intervalos de tiempo se pasan por alto. Sin embargo, a veces se indica el tiempo (Jeremias 25:12; Daniel 9:26). Y así vemos que la liberación del cautiverio de Babilonia y la que más tarde efectuaría el Mesías, están agrupadas por LA LEY DE LA SUGESTION PROFETICA; sin embargo, ningún profeta confunde de tal manera las dos que haga del Mesías el caudillo de Israel que lo saque de Babilonia. Para el profeta probablemente no había ningún doble sentido; pero para sus ojos espirituales, los dos sucesos, aunque distintos, estaban tan próximos y eran tan análogos que no pudo separarlos en la descripción que de ellos hizo sin incurrir en infidelidad para con el retrato que tenía ante sí. Sin embargo, Isaías siempre se refiere primero al más remoto y antitípico suceso, a saber, la venida del Mesías, y es el que describe más minuciosamente, antes que el tipo más cercano; por ejemplo, la profecía tocante a Ciro (Cf. cap. 45:1 con el 53). En algunos casos, el profeta se sitúa en medio de sucesos; por ejemplo, la humillación de Jesucristo, que él contempla como cosa pasada, y su glorificación, como cosa por venir, haciendo uso, con relación a esta última. del tiempo futuro (cf. cap. 53:4-9 con 10-12). Las indicaciones tocante al tiempo en que acontecieron los sucesos se dan con mucha escasez por los profetas; sin embargo, por lo que atañe al Mesías, son bastante precisas como para crear la expectación general de su venida en el tiempo en que nacería.

LOS CALDEISMOS que se consideran como una prueba en contra de la autenticidad de la segunda parte de Isaías, se encuentran en mayor número en la primera parte. La verdad es que estos términos se hallan en todo el Antiguo Testamento, especialmente en las partes poéticas, donde se prefieren las expresiones desusadas. Esto se debe al hecho de que los patriarcas vivían rodeados de gente que hablaba el caldeo; y en tiempo de Isaías estaban en uso algunos vocablos de esa lengua que eran introducidos por extranjeros.
SUS SIMBOLOS son pocos y sencillos, y sus imágenes poéticas son correctas. Lo contrario ocurre con los profetas durante el destierro y después de él. Aggeo y Malaquías no son excepciones, ya que su estilo, distinto al de Isaías, carece de imágenes temerarias y apenas se elevan sobre la prosa; prueba evidente de que Isaías existió mucho antes de la deportación a Babilonia.
En cuanto a VISIONES estrictamente así llamadas, sólo tiene una, la del capítulo 6, y aun es más sencilla que las de los profetas posteriores. Pero él hace uso frecuente de SEÑALES; por ejemplo, usa un hecho actual como señal de lo que acontecerá en el más distante futuro; esto se debe a que Dios condesciende con la debilidad del hombre (caps. 7:14; 37:30; 38:7).
Las VARIEDADES EN SU ESTILO no prueban que fuese falso; lo que pasaba es que su estilo variaba con el asunto. La segunda parte no se dirige tanto a sus contemporáneos, como al futuro pueblo del Señor, el residuo elegido purificado por juicios previos. De ahí la ternura de su estilo, y sus frecuentes repeticiones (cap. 40:1). Para la reconfortante exhortación emplea muchas palabras. También agrega muchos epítetos al nombre de Dios, destinados a servir de consolador apoyo, donde la fe pueda descansar a fin de no dar lugar a la desesperación. Hay igualmente en ambas partes del libro peculiaridades características de Isaías; por ejemplo: "el ser llamado" equivalente a SER; la repetición de las mismas palabras, en lugar de sinónimos, en los miembros paralelos de los versículos; la inserción de himnos en sus profecías: "el residuo de los olivos", en vez del remanente del pueblo que ha escapado de los juicios de Dios. Cf. también cap. 65:25 con 11:6.

El ARREGLO CRONOLOGICO favorece la opinión de que el propio Isaías coleccionó sus profecías en un volumen, y no los hombres de Ezequías, como opina el Talmud fundado en Proverbios 25:1. Todas las partes y fechas que pueden ser determinadas, se encuentran en su propio lugar, con excepción de unos cuantos ejemplos, donde las profecías de idéntico contenido están juntas: Con la terminación de la invasión asiria (caps. 36-39) terminó la vida pública de Isaías. La segunda parte constituye su legado profético hecho a la pequeña banda de fieles, semejante a los últimos discursos de Moisés y de Jesucristo a sus respectivos discipulos.

La EXPECTACION DEL MESIAS es tan fuerte en Isaías que Jerónimo, ad Paulinum, llama a su libro no profecía, sino Evangelio; y dice de Isaías: "No es tanto un profeta como un evangelista". El Mesías ya había sido descrito vagamente en Génesis 49:10, como el Shiloh o Tranquilizador; también fué representado así en los Salmo 2; Salmo 45; Salmo 72; Salmo 110. Isaías lo presenta con más precisión; y mientras que aquéllos se espacian en el oficio de Cristo como rey, Isaías describe mayormente su oficio sacerdotal y profético. El Salmo 110 también exhibe su sacerdocio; pero un sacerdocio real, y no uno expiatorio, como lo hace resaltar Isaías. El profeta se extiende de modo particular en la segunda parte, por estar dirigida a los fieles electos; mientras que en la primera, dirigida a todo el pueblo, se espacia en las glorias del Mesías, el antídoto contra los temores de que la gente estaba poseída, y la seguridad de que el reino de Dios representado entonces por Judá, no sería aplastado por las naciones circunvecinas.

SU ESTILO (Hengstenberg, Cristología. 1) es sencillo y sublime; su fantasía ocupa un lugar intermedio entre la pobreza de Jeremías y la exuberancia de Ezequiel. Su dominio del estilo lo demuestra por su pericia en variarlo para acomodarlo al asunto.

La FORMA es en general la del paralelismo poético hebreo, aunque con una libertad desembarazada de indebidas restricciones.

JUDA, pueblo menos apóstata que Israel, fué el asunto de sus profecías. Su residencia fué principalmente en Jerusalén. Por lo que atañe a sus alabanzas véase el Sir 48:22-25. Cristo y los Apóstoles no citan a ningún profeta con tanta frecuencia como a Isaías.

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