Apedreados, no lejos de las puertas, donde recibieron sentencia. Así fue apedreado el violador del sábado fuera del campamento (Números xv. 35) y San Esteban fuera de la ciudad de Jerusalén, Hechos vii. 57. Cuando sólo se trataba de unos pocos, los veintitrés jueces dictaban sentencia: pero si toda una tribu había sido culpable, el conocimiento del asunto quedaba en manos del Sanedrín. Cuando una ciudad fue infectada con esta abominación, fue completamente destruida. Pero nadie fue castigado, excepto dos testigos (vers. 6) que atestiguaron que se había cometido idolatría formal, mediante sacrificio, etc. (Selden, Syned. Iii. 4.)

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