El fuego perpetuo. Este fuego venía del cielo ( infra cap. Ix. 24) y se mantenía siempre encendido en el altar: como figura del fuego celestial del amor divino, que siempre debe arder en el corazón de un cristiano. (Challoner) --- Debe alimentarse con una meditación asidua sobre la Escritura y las cosas santas. (Du Hamel)

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