El tenía miedo. Mientras Pedro tuviera los ojos y la fe fijos en Cristo, el elemento líquido no cedía a sus pasos; pero en el momento en que vuelve sus pensamientos sobre sí mismo, su propia debilidad y la violencia de los vientos y las olas, comienza a perder la confianza y por eso a hundirse. De nuevo su fe lo salva; Invoca al Señor, que extiende su brazo y lo agarra. (Jansenius) --- Por su confianza en Dios, aprendemos lo que podemos hacer con la ayuda divina; y por su temor, lo que somos de nosotros mismos: también, que nadie recibe de Dios la fuerza que necesita, pero el que siente que por sí mismo no puede hacer nada. (San Agustín, ser. 76.)

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