Después de haber predicado estas grandes y maravillosas verdades, después de haber ordenado a sus apóstoles que se mantengan libres de los vicios de la humanidad y se asemejen no solo a los ángeles o arcángeles, sino al Señor de todas las cosas; y no sólo observar la justicia ellos mismos, sino también trabajar por la corrección de los demás, para que no se desanimen ante estas dificultades casi insuperables: nuestro Redentor se une, pide, y recibirás, etc.

Cuando ofrecemos nuestras peticiones al Todopoderoso, debemos imitar el ejemplo de Salomón, quien inmediatamente obtuvo lo que pidió al Señor, porque pidió lo que debía. Por tanto, dos cosas son necesarias para toda oración: que se ofrezca con perseverancia y fervor, y que contenga una oración legítima. (San Juan Crisóstomo, hom. Xxiv.) --- Las razones por las que tantos no obtienen los efectos de sus oraciones son, --- 1º.

Porque piden el mal; y el que hace tal petición, ofrece al Todopoderoso un daño intolerable al querer convertirlo, por así decirlo, en el autor del mal: 2do. Aunque lo que piden no sea malo, lo buscan para un final perverso. (Santiago IV): 3er. Porque los que oran, ellos mismos son impíos; (San Juan IX) porque Dios no escucha a los pecadores: 4to. Porque piden sin fe, o con fe débil y vacilante: (St.

Santiago i.) 5to. Porque aunque lo que pedimos sea bueno en sí mismo, el Todopoderoso lo rechaza para concedernos un bien mayor: 6º. Porque Dios quiere que perseveremos, como declara en la parábola del amigo que pide pan, Lucas, cap. ii .; y para que podamos estimar más sus dones: 7º. No siempre recibimos lo que pedimos, porque, según San Agustín, (lib. Ii, de Serm. Dom. Et epis. 34, ad Paulinum) Dios a menudo no nos concede lo que pedimos, para que pueda concedernos nosotros algo más útil y rentable. (Maldonatus)

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