Salomón centró su atención en la construcción del templo inmediatamente después de haber puesto su reino en orden. El primer movimiento en esta dirección fue el tratado con Hiram y el envío de relevos de hombres a los bosques y canteras para preparar la madera y las piedras para la estructura. Este tratado con Hiram fue el resultado de un legado de amistad que David le había legado.

Es evidente que Salomón apreció el verdadero propósito de su llegada al trono cuando declaró que se propuso en su corazón construir esta morada para Dios de acuerdo con la palabra divina hablada a su padre. El tiempo era ahora oportuno, porque la nación estaba en paz, siendo muy significativa la descripción de las condiciones por parte de Salomón: "Pero ahora el Señor mi Dios me ha dado descanso por todos lados; no hay adversario ni suceso malo".

La grandeza del trabajo así emprendido se revela en el último párrafo del capítulo, con su relato de la enorme cantidad de trabajo empleado.

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