1 Reyes 9:1-28

1 Sucedió que cuando Salomón había acabado de construir la casa del SEÑOR, la casa del rey y todo lo que había deseado hacer,

2 El SEÑOR se apareció a Salomón por segunda vez, como se le había aparecido en Gabaón.

3 Y el SEÑOR le dijo: “He escuchado tu oración y tu plegaria que has hecho en mi presencia. He santificado esta casa que has edificado para que yo ponga allí mi nombre para siempre. Mis ojos y mi corazón estarán allí todos los días.

4 Y en cuanto a ti, si andas delante de mí como anduvo tu padre David, con integridad de corazón y con rectitud, haciendo todas las cosas que te he mandado y guardando mis leyes y mis decretos,

5 entonces estableceré para siempre el trono de tu reino sobre Israel, como prometí a tu padre David, diciendo: ‘No te faltará un hombre sobre el trono de Israel’.

6 Pero si obstinadamente ustedes y sus hijos se apartan de mí y no guardan mis mandamientos y mis estatutos que he puesto delante de ustedes, y se van y sirven a otros dioses y los adoran,

7 entonces eliminaré a Israel del suelo que les he dado. Y la casa que he santificado a mi nombre, la apartaré de mi presencia. Entonces Israel servirá de refrán y escarnio entre todos los pueblos.

8 En cuanto a esta casa, que es sublime, todo el que pase por ella se asombrará y silbará. Ellos preguntarán: ‘¿Por qué ha hecho así el SEÑOR a esta tierra y a esta casa?’.

9 Y responderán: ‘Porque abandonaron al SEÑOR su Dios que sacó a sus padres de la tierra de Egipto, y se aferraron a adorar y servir a otros dioses. Por eso el SEÑOR ha traído sobre ellos todo este mal’ ”.

10 Aconteció al cabo de veinte años, durante los cuales Salomón había edificado las dos casas (la casa del SEÑOR y la casa del rey,

11 para las cuales Hiram, rey de Tiro, había proporcionado a Salomón madera de cedro y de ciprés y oro, conforme a todo su deseo), que el rey Salomón dio a Hiram veinte ciudades en la tierra de Galilea.

12 Pero cuando Hiram salió de Tiro para ver las ciudades que Salomón le había dado, no le agradaron.

13 Y comentó: “¿Qué ciudades son estas que me has dado, hermano mío?”. Y se las llama Tierra de Cabul, hasta el día de hoy.

14 Hiram había enviado al rey cuatro mil kilos de oro.

15 Esta es la razón de la leva que el rey Salomón realizó: edificar la casa del SEÑOR, su propia casa, el Milo, la muralla de Jerusalén, Hazor, Meguido y Gezer.

16 (El faraón, rey de Egipto, había subido y tomado Gezer, y la había incendiado; había dado muerte a los cananeos que habitaban en la ciudad y la había dado como dote matrimonial a su hija, la mujer de Salomón.

17 Y Salomón reedificó Gezer). También reedificó Bet-jorón Baja,

18 Baalat, Tadmor en el desierto del país;

19 y todas las ciudades almacenes que tenía Salomón, las ciudades para los carros y las ciudades para los jinetes; todo lo que Salomón se propuso edificar en Jerusalén, en el Líbano y en toda la tierra bajo su dominio.

20 A todo el pueblo que había quedado de los amorreos, heteos, ferezeos, heveos y jebuseos (que no eran de los hijos de Israel,

21 sino sus descendientes que habían quedado después de ellos en la tierra, a quienes los hijos de Israel no pudieron exterminar), Salomón los sometió a tributo laboral, hasta el día de hoy.

22 Pero a ninguno de los hijos de Israel sometió a servidumbre; porque ellos eran hombres de guerra, sus servidores, sus oficiales, sus comandantes, los jefes de sus carros y sus jinetes.

23 Estos jefes de los oficiales que Salomón tenía sobre la obra eran quinientos cincuenta, los cuales mandaban sobre la gente que hacía la obra.

24 También la hija del faraón subió de la Ciudad de David a su casa que Salomón le había edificado. Luego él edificó el Milo.

25 Tres veces al año Salomón ofrecía holocaustos y sacrificios de paz sobre el altar que había edificado al SEÑOR, y quemaba incienso delante del SEÑOR, cuando había terminado el templo.

26 El rey Salomón también construyó una flota en Ezión-geber, que está junto a Eilat, a orillas del mar Rojo, en la tierra de Edom.

27 Hiram envió en la flota a sus siervos, marineros y conocedores del mar, junto con los siervos de Salomón.

28 Estos fueron a Ofir y tomaron de allí catorce mil kilos de oro, y los llevaron al rey Salomón.

Ahora Jehová se apareció a Salomón por segunda vez y declaró que su oración fue escuchada y respondida, pero insistió en que había condiciones que el pueblo debía cumplir. Estas condiciones se establecieron claramente, y hubo advertencias muy solemnes de lo que sucedería si se rompían.

Mientras leemos la historia, conocemos la triste y terrible secuela. A pesar de toda la fidelidad divina, ni el rey ni el pueblo cumplieron las condiciones, y el castigo fue la destrucción definitiva del Templo y la expulsión de la nación de su posición y servicio.

Cuán lento es el corazón humano para aprender esta lección. Parecería ser un peligro perpetuo en presencia del cual caen los hombres, el de reconocer la fidelidad de Dios y regocijarse en ella, sin dejar de ser infiel, de modo que la derrota y el desastre son los problemas inevitables.

La magnificencia material del reino se expone en el resto del capítulo. El presente de ciudades de Salomón a Hiram, su multiplicación de ciudades a lo largo de su propio reino, y su creación de una armada comercial, se relatan todos. Los elementos del fracaso deben rastrearse en todo momento. Hiram no estaba satisfecho con las ciudades que se le presentaron. Las ciudades que construyó el rey se convirtieron en focos de maldad, y los barcos introdujeron en la tierra cosas que tenían efectos malignos.

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