Mientras Acaz ocupaba el trono de Judá, Oseas, por el asesinato de Peka, sucedió en el trono de Israel. También su reinado fue maligno, aunque no descendió a las profundidades de algunos de los que le habían precedido. Fue el último de los reyes de Israel.

El golpe del juicio divino, que por mucho tiempo se cernía sobre el pueblo culpable, cayó al fin, y Salmanasar subió contra Israel, primero haciendo tributario al pueblo y después de tres años llevándolos cautivos.

En este capítulo, el historiador se esmera en declarar por qué se dejaron llevar de esa manera. El cargo se declara explícitamente en los versículos siete al doce. La desobediencia a Jehová, la conformidad con las naciones de las que habían sido separados, la práctica secreta de abominaciones y, finalmente, la idolatría pública: estos fueron los pecados que finalmente trajeron el golpe de la destrucción nacional. Además, hicieron estos males a pesar de la paciencia y la advertencia de Dios. "El Señor dio testimonio a Israel ya Judá por mano de todo profeta y de todo vidente".

Estos mensajes no los escucharían. Rechazaron sus estatutos, abandonaron sus mandamientos, practicaron todas las abominaciones de los paganos. Por lo tanto. "El Señor se enojó mucho" y los echó. Su pecado fue primero contra la ley, pero finalmente fue contra el amor paciente.

En este capítulo también tenemos un pasaje notable que no tiene conexión directa con la historia que se está rastreando. Es la historia de un intento del rey de Asiria de colonizar Samaria, de la cual había tomado cautivos a los hijos de Israel. No es fácil para ningún pueblo tomar posesión de lo que una nación divinamente designada no pudo poseer. Cuando los colonos establecieron su propia adoración malvada, el juicio divino cayó sobre ellos.

Se esforzaron por acomodar sus prácticas a lo que concibieron como la manera del Dios de la tierra. De esta gente se escribieron las notables palabras: "Temían al Señor y servían a sus propios dioses". El resultado necesariamente fue la degradación de la tierra y la gente.

Este párrafo enseña una lección muy solemne y profunda. Si los testigos de Dios fallan, el problema es peor que las condiciones anteriores. La espantosa mezcla de práctica pagana y abominación con un intento de hacer uso de la religión divinamente revelada produce una corrupción más terrible que cualquier otra cosa. No han faltado ejemplos del funcionamiento de este principio en la historia de la Iglesia cristiana.

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