La noticia de la matanza prevista llegó a Ester en el palacio real, y envió a hacer averiguaciones. Así, entre la extrema necesidad de su pueblo y el rey, se convirtió en un vínculo directo. La costumbre y la ley de la corte le prohibían acercarse a su señor excepto cuando él lo mandara. Sin embargo, la urgencia del caso la atraía y con espléndido heroísmo decidió aventurarse.

Consciente de su necesidad de apoyo moral, pidió que la gente ayunara con ella. Hay una nota de sacrificio y abandono en sus palabras: "Si perezco, perezco". Su decisión se tomó después de una fuerte presión de Mardoqueo; y con toda probabilidad hay evidente en él un deseo de salvar su propia vida, porque él le había advertido que ella estaba tan en peligro como el resto de su gente. Concediendo todo lo que pueda decirse sobre el motivo de su acción, avanza la enseñanza suprema de la historia, a saber, el cuidado de Dios por su pueblo y el uso de un medio natural para librarlo.

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