Jeremias 13:1-27

1 Así me ha dicho el SEÑOR: “Ve, compra un cinto de lino, cíñete con él y no lo metas en agua”.

2 Entonces compré el cinto, conforme a la palabra del SEÑOR, y me ceñí con él.

3 Luego vino a mí la palabra del SEÑOR por segunda vez, diciendo:

4 “Toma el cinto que has comprado y que tienes ceñido. Levántate y ve al Éufrates; escóndelo allí, en la hendidura de una peña”.

5 Fui, pues, y lo escondí junto al Éufrates, como me había mandado el SEÑOR.

6 Y sucedió que después de muchos días el SEÑOR me dijo: “Levántate, ve al Éufrates y toma de allí el cinto que te mandé que escondieras allá”.

7 Entonces fui al Éufrates y cavé. Tomé el cinto del lugar donde lo había escondido, y he aquí que el cinto se había podrido y no servía para nada.

8 Entonces vino a mí la palabra del SEÑOR, diciendo:

9 “Así ha dicho el SEÑOR: ‘Así haré que se pudra la soberbia de Judá y la mucha soberbia de Jerusalén.

10 Este pueblo malo, que rehúsa escuchar mis palabras, que anda en la porfía de su corazón y va tras otros dioses para rendirles culto y para postrarse ante ellos, vendrá a ser como este cinto que no sirve para nada.

11 Porque como el cinto se adhiere a los lomos del hombre, dice el SEÑOR, así hice que se adhirieran a mí toda la casa de Israel y toda la casa de Judá, para que me fueran pueblo y para renombre, alabanza y honra. Pero no escucharon’.

12 “Entonces les dirás esta palabra que ha dicho el SEÑOR Dios de Israel: ‘Toda tinaja ha de ser llenada con vino’. Ellos te responderán: ‘¿Acaso no sabemos que toda tinaja ha de ser llenada con vino?’.

13 Entonces les dirás que así ha dicho el SEÑOR: ‘He aquí que yo lleno de embriaguez a todos los habitantes de esta tierra; a los reyes que se sientan en el trono de David, a los sacerdotes, a los profetas y a todos los habitantes de Jerusalén.

14 Yo los destrozaré unos contra otros, a los padres y a los hijos a la vez, dice el SEÑOR. No tendré compasión, no tendré lástima ni tendré misericordia como para no destruirlos’ ”.

15 Oigan y presten atención; no sean altivos, pues el SEÑOR ha hablado.

16 Den gloria al SEÑOR su Dios, antes que él haga que se oscurezca; antes que sus pies tropiecen contra montañas tenebrosas y la luz que esperan él se la vuelva densa oscuridad y la convierta en tinieblas.

17 Pero si no escuchan esto, mi alma llorará en secreto a causa de la soberbia de ustedes. Mis ojos llorarán amargamente y derramarán lágrimas, porque el rebaño del SEÑOR es tomado cautivo.

18 Di al rey y a la reina madre: “Humíllense, siéntense en tierra, porque la corona de su gloria caerá de sus cabezas.

19 Las ciudades del Néguev han sido cerradas y no hay quien las abra. Todo Judá es llevado cautivo, llevado cautivo del todo.

20 “Alza tus ojos y observa a los que vienen del norte. ¿Dónde está el rebaño que te fue dado, la grey de tu gloria?

21 ¿Qué dirás cuando Dios designe como jefes sobre ti a tus amigos, a quienes tú misma enseñaste? ¿No te sobrevendrán dolores como de mujer que da a luz?

22 Cuando digas en tu corazón: ‘¿Por qué me ha sobrevenido esto?’, sabe que por tu mucha maldad fueron levantadas tus faldas y fueron desnudados tus talones.

23 ¿Podrá el etíope cambiar de piel y el leopardo sus manchas? Así tampoco ustedes podrán hacer el bien, estando habituados a hacer el mal.

24 “Por tanto los esparciré al viento del desierto como al tamo que pasa.

25 Esta es tu suerte, la porción que recibes de mi parte por tu autosuficiencia, dice el SEÑOR; porque te olvidaste de mí y confiaste en la mentira.

26 También yo levantaré tus faldas sobre tu cara y será vista tu vergüenza:

27 tus adulterios, tus relinchos, la infamia de tu prostitución. Sobre las colinas en el campo he visto tus abominaciones. ¡Ay de ti, oh Jerusalén! ¿Hasta cuándo no te purificarás en pos de mí?”.

El relato de este tiempo de comunión entre Jeremías y Jehová termina con la historia de cómo Jehová le dio dos señales, una para él y otra para el pueblo. Eso para él era el signo del cinto que debía usar, luego esconderse junto al Éufrates, y luego buscar para ver su inutilidad. Se le indicó claramente el significado de la señal. El cinto era el emblema de la casa de Israel y de la casa de Judá.

La segunda señal era una hablada en forma de proverbio: "Todo odre se llenará de vino". Esto debía declararlo a oídos del pueblo. Su respuesta obvia sería: “¿No sabemos que cada odre se llenará de vino?” En respuesta, se le ordenó que declarara que Dios llenaría de borrachera a los gobernantes y los arrojaría unos contra otros.

El relato se cierra con el clamor del profeta al pueblo para que escuche, el último mandamiento de Jehová, que es un llamado al rey ya la reina madre, Joacaz y Hamutal; y un anuncio del juicio venidero y su causa, la declaración de la desesperanza del caso y un pronunciamiento final de la condenación.

Continúa después de la publicidad