Antes de seguir adelante, Johanán y sus asociados se reunieron con Jeremías y le pidieron que orara por ellos y buscara la guía divina. Él accedió de inmediato a su pedido y ellos prometieron obediencia a cualquier orden que se les impusiera. Pasaron diez días, y luego Jeremías entregó el mensaje del Señor en respuesta a Johanán.

Era un mandato distinto permanecer en la tierra y no ir a Egipto. Se les prometió protección divina si eran obedientes, pero se les advirtió solemnemente que si iban a Egipto con la esperanza de escapar de la guerra y el hambre, encontrarían allí tanto la espada como el hambre.

El final del mensaje de Jeremías muestra que él sabía, con toda probabilidad por revelación divina, que la oración que le habían pedido que hiciera por ellos no había sido honesta. Parece haber sabido que, a pesar de su mensaje, bajarían a Egipto, y así se lo dijo; y finalmente les declaró que morirían en Egipto a espada, hambre y pestilencia.

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