En este punto comenzamos el tercer y último movimiento del Libro de los Números, el que está dedicado a la segunda enumeración del pueblo y su preparación para tomar posesión de la tierra de la que había estado excluido durante cuarenta años.

Tenemos primero el registro de los hechos históricos en secuencia y hasta el final un relato de cómo se insistió en el gobierno divino mediante la repetición de ciertas leyes con nuevo énfasis y aplicaciones. En este capítulo en particular tenemos la cuenta de la realización del censo y un registro de las familias y su número.

El registro es seguido por el relato de una instrucción dada a Moisés con respecto a la división de la tierra entre las tribus, la enumeración de los levitas, que no poseían herencia en la tierra porque estaban dedicados al servicio de Dios.

Un examen de este nuevo censo revelará la omisión de muchos nombres que aparecen en el primero, mientras que otros han ocupado su lugar. Así se enfatiza una marcada continuidad de propósito, a pesar del cambio de personas.

Sólo dos hombres de los que mucho antes habían llegado al mismo margen de la tierra pasarían ahora a tomar posesión. Estos fueron Caleb y Josué, los hombres que constituían la minoría, que vieron más que enemigos y ciudades amuralladas porque para ellos la visión de Dios estaba despejada.

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