Números 36:1-13

1 Los jefes de las casas paternas del clan de los hijos de Galaad hijo de Maquir, hijo de Manasés, de los clanes de los hijos de José, se acercaron para hablar ante Moisés y ante los dirigentes de las casas paternas de los hijos de Israel.

2 Y dijeron: — El SEÑOR mandó a mi señor dar la tierra por sorteo, como heredad a los hijos de Israel. También mandó el SEÑOR a mi señor dar la heredad de nuestro hermano Zelofejad a sus hijas.

3 Pero si estas se llegan a casar con miembros de otras tribus de los hijos de Israel, la heredad de ellas será quitada de la heredad de nuestros padres y añadida a la heredad de la tribu a la cual ellas pasen a pertenecer. De este modo, esta porción será quitada de nuestra heredad,

4 y cuando llegue el jubileo para los hijos de Israel, la heredad de ellas será añadida a la heredad de la tribu de sus maridos. Así su heredad será quitada de la heredad de la tribu de nuestros padres.

5 Entonces Moisés mandó a los hijos de Israel, conforme al mandato del SEÑOR, diciendo: — La tribu de los hijos de José tiene razón en lo que dice.

6 Esto es lo que ha mandado el SEÑOR acerca de las hijas de Zelofejad, diciendo: “Cásense con quienes ellas quieran; solo que se casen dentro del clan de la tribu de su padre.

7 Así la heredad de los hijos de Israel no pasará de tribu en tribu, porque cada uno de los hijos de Israel se mantendrá ligado a la heredad de la tribu de sus padres.

8 Cualquier hija que posea una heredad en alguna de las tribus de los hijos de Israel deberá casarse con alguno del clan de la tribu de su padre, para que los hijos de Israel posean cada uno la heredad de sus padres.

9 Así la heredad no pasará de una tribu a otra, porque cada una de las tribus de los hijos de Israel se mantendrá ligada a su heredad”.

10 Entonces las hijas de Zelofejad hicieron conforme a lo que el SEÑOR había mandado a Moisés.

11 Majla, Tirsa, Hogla, Milca y Noa, hijas de Zelofejad, se casaron con los hijos de sus tíos.

12 Se casaron dentro de los clanes de los hijos de Manasés hijo de José. De esta manera, su heredad quedó en la tribu del clan de su padre.

13 Estos son los mandamientos y decretos que el SEÑOR mandó a los hijos de Israel por medio de Moisés en las llanuras de Moab, junto al Jordán, frente a Jericó.

La cuestión de la herencia de las mujeres, que ya había ocurrido a través de la solicitud de las hijas de Zelophehad, surgió una vez más, planteada por los jefes de las tribus. Era posible que estas mujeres se casaran con hombres que fueran miembros de otras tribus. En tal caso, su herencia pasaría. Por lo tanto, se dispuso que debían casarse solo dentro de los límites de su propia tribu.

Así cierra el Libro de los Números. Es esencialmente un libro del desierto. La nación estaba en vísperas de entrar a la tierra. La historia real se retoma en el último capítulo de Deuteronomio con el relato de la muerte de Moisés.

Es imposible leer este libro sin estar primero impresionado por el fracaso de la gente. Es un registro de terquedad y necedad continuadas durante mucho tiempo.

Sin embargo, ¿qué derecho tenemos a pensar o hablar con dureza de la gente, porque el libro es también la historia de la paciencia incansable y la fidelidad perpetua de Dios?

En todas partes se manifiesta el avance de Dios a lo largo del camino de su propio propósito. Este avance no es del hombre sino de Jehová. El libro es una revelación del seguro procedimiento de Dios hacia el desarrollo final en la historia humana de la regeneración de la humanidad, cuyos primeros movimientos se registraron al final del Libro del Génesis, cuyas fuerzas centrales vinieron en la Encarnación. del Hijo de Dios, y cuyas victorias finales aún no son.

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