Salmo 117:1-2

1 ¡Alaben al SEÑOR, naciones todas! ¡Pueblos todos, alábenle!

2 Porque ha engrandecido sobre nosotros su misericordia, y la verdad del SEÑOR es para siempre. ¡Aleluya!

La quinta canción del Hallel es la más corta del Salterio. En él, en un sentido muy profundo, se cumple el dicho tan común de que “La brevedad es el alma del ingenio”. De hecho, vive con la sabiduría de la realización perfecta. Es el cántico puro del pueblo de Jehová. Es el cántico de Israel, el siervo ideal de Jehová.

Está dirigido a todos los pueblos. Se les invita a alabar y alabar a Jehová porque su verdad permanece para siempre. En el largo proceso de los siglos, Israel nunca realizó plenamente este ideal. Por fin, el propósito se consuma en una Persona. Todas las profecías antiguas encontraron en Él su cumplimiento potencial. En ese aposento alto la canción era un solo como experiencia real. Por la unión de la gracia y la verdad, en y a través de Jesús, el llamado a la alabanza llegó a todas las naciones y pueblos.

Aquellos que se unieron a Él en la canción esa noche pudieron cantar en los días siguientes con significado y fuerza; y esa es la canción con la que la Iglesia ha salido desde entonces para cortejar y ganar a los pueblos para Jehová. Antes de que la obra de Jesús se complete finalmente, el mismo Israel de Dios cantará ese cántico perfectamente, y las naciones y los pueblos responderán.

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