Salmo 122:1-9

1 Canto de ascenso graduala. De David. Yo me alegré con los que me decían: “¡Vayamos a la casa del SEÑOR!”.

2 Ya se posan nuestros pies ante tus puertas, oh Jerusalén.

3 ¡Oh Jerusalén, que ha sido edificada como una ciudad toda compacta!

4 Allá suben las tribus, las tribus del SEÑOR, las congregaciones de Israel, para alabar el nombre del SEÑOR.

5 Porque allá están los tronos para el juicio, los tronos de la casa de David.

6 Pidan por la paz de Jerusalén: “Vivan tranquilos los que te aman.

7 Haya paz dentro de tus murallas y tranquilidad en tus palacios”.

8 Por causa de mis hermanos y de mis amigos, diré yo: “Haya paz en ti”.

9 Por causa de la casa del SEÑOR nuestro Dios, imploraré por tu bien.

Este es el cántico de los peregrinos en espera de Jerusalén y la casa de culto. Presenta la gloria del establecimiento y la ciudad compacta donde las tribus se reúnen para dar gracias a Jehová. Sin embargo, a pesar de todo, es evidente que la gloria de la ciudad y el templo consiste en el hecho de que son la ciudad y la casa de Jehová. No es una canción de edificios o de magnificencia material. Es más bien el canto de reunión, de testimonio, de juicio, de paz, de prosperidad.

Todo esto proviene del hecho supremo de la presencia de Jehová. A él se reúnen las tribus. Su testimonio es de su nombre. El juicio, la paz y la prosperidad son el resultado de la relación de Jehová con Su pueblo.

Los tiempos del canto han causado cierto desconcierto, ya que parecen indicar la presencia de los fieles en la ciudad, aunque sugieren la actitud de ausencia. La afirmación:

Nuestros pies están dentro de tus puertas, es la confianza de la fe. Es el reclamo de ciudadanía, aunque el ciudadano aún no haya llegado a la ciudad. Ha llegado la llamada a ascender a la casa del Señor, y con cánticos de alabanza y oraciones por la ciudad el peregrino se prepara para responder, mientras la esperanza se convierte en una conciencia presente de la alegría de la asamblea.

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