Salmo 28:1-9

1 Salmo de David. A ti clamaré, oh SEÑOR; Roca mía, no te hagas el sordo para conmigo. No suceda que, por quedarte en silencio ante mí, yo llegue a ser semejante a los que descienden a la fosa.

2 Escucha la voz de mis ruegos cuando clamo a ti, cuando alzo mis manos hacia tu lugar santísimo.

3 No me arrastres junto con los impíos, con los que hacen iniquidad, los cuales hablan de paz a su prójimo pero la maldad está en su corazón.

4 Dales conforme a sus hechos y conforme a la maldad de sus actos. Dales conforme a la obra de sus manos. ¡Dales su recompensa!

5 Porque no atendieron a los hechos del SEÑOR ni a la obra de sus manos, él los derribará y no los volverá a edificar.

6 Bendito sea el SEÑOR, que oyó la voz de mis ruegos.

7 El SEÑOR es mi fuerza y mi escudo; en él esperó mi corazón. Fui ayudado, y se gozó mi corazón; con mi canción le alabaré.

8 El SEÑOR es la fuerza de su pueblo, la fortaleza de salvación para su ungido.

9 Salva a tu pueblo y bendice a tu heredad; pastoréalos y enaltécelos para siempre.

La afinidad entre este salmo y el anterior es evidente y su ubicación por parte del editor aquí se debió con toda probabilidad a ese hecho. En Salmo 27:1 , en verdadero orden, la alabanza prepara y emite en la oración, y todo termina en un llamado a "esperar en Jehová". El siguiente salmo comienza: A ti, oh Jehová, te invocaré.

Esto no sugiere que la canción haya sido escrita por la misma persona o inmediatamente. Más bien ofrece una ilustración de una canción escrita por alguien que actuó según el principio ordenado. El grito de necesidad es muy urgente. El peligro es tan grande que amenaza la muerte. A menos que Jehová ayude, no hay ayuda. Que el peligro surgió de los enemigos es evidente por el clamor del salmista a Jehová pidiendo justicia.

De repente, la oración se convierte en un canto de alabanza, un acto de adoración. Se escucha la oración, se concede ayuda, comienza el canto. Que este salmo, con su orden invertido de oración y alabanza, sigue de cerca aquel en el que el orden es alabanza y la oración es alentadora. El verdadero orden es la alabanza y la oración. Si el corazón no es lo suficientemente fuerte para esto, que aprenda a alabar hablando primero en oración de su dolor. Lo único imposible en la adoración es comprimirlo dentro de los estrechos límites de las fórmulas establecidas.

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