Salmo 38:1-22

1 Salmo de David. Para conmemorar. Oh SEÑOR, no me reprendas en tu furor ni me castigues en tu ira.

2 Porque tus flechas han penetrado en mí, y sobre mí ha descendido tu mano.

3 No hay parte sana en mi cuerpo a causa de tu ira; no hay paz en mis huesos a causa de mi pecado.

4 Porque mis iniquidades han sobrepasado mi cabeza; como carga pesada me agobian.

5 Hieden y supuran mis heridas a causa de mi locura.

6 Estoy encorvado y abatido en gran manera; ando enlutado todo el día.

7 Porque mis espaldas están inflamadas, y no hay parte sana en mi cuerpo.

8 Estoy debilitado y totalmente molido; gimo a causa de la conmoción de mi corazón.

9 Oh Señor, delante de ti están todos mis deseos, y mi gemido no te es oculto.

10 Mi corazón palpita fuertemente, y mi vigor me ha abandonado. Aun la luz de mis ojos ya no está conmigo.

11 Mis amigos y compañeros se han apartado de mi plaga; mis parientes se han mantenido alejados.

12 Los que buscaban mi vida armaron trampas, y los que procuraban mi mal profirieron amenazas. Maquinaban fraudes todo el día.

13 Pero yo, como si fuera sordo, no escuchaba, y era como un mudo que no abre la boca.

14 Actué como un hombre que no oye, y en cuya boca no hay amonestación.

15 Pues en ti, oh SEÑOR, he esperado; tú responderás, oh SEÑOR, Dios mío.

16 Porque dije: “No sea que se alegren de mí y, cuando resbale mi pie, se enaltezcan sobre mí”.

17 Porque yo estoy a punto de caer, y mi dolor está delante de mí continuamente.

18 Por eso confesaré mi iniquidad; me acongojaré por mi pecado.

19 Porque mis enemigos están vivos y fuertes; se han aumentado los que me aborrecen sin motivo.

20 Los que pagan mal por bien me son hostiles por seguir yo lo bueno.

21 No me desampares, oh SEÑOR. Dios mío, no te alejes de mí;

22 apresúrate a socorrerme, oh Señor, salvación mía.

Este es el tercero de los que se conocen como salmos penitenciales. Las circunstancias de la cantante fueron de lo más angustiosas. Padecía una terrible enfermedad física, abandonado por sus amigos y perseguido por sus enemigos. La amargura más profunda de su alma fue causada por su abrumadora sensación de contaminación moral. Reconoció que todos sus sufrimientos eran reprensiones y castigos de Jehová por su pecado. Este sentimiento de pecado lo aplastó y en su angustia clamó a Jehová.

El uso de los nombres y títulos divinos en este salmo es interesante. El primer grito de ayuda es a Jehová. Cuando expresa su queja sobre la deserción de amigos y la persecución de enemigos, el cantor se dirige al Señor como el Ser supremo. En su apelación final, comienza y termina con Jehová, el Señor y Dios. Todos los cimientos parecen haber cedido bajo sus pies, y con profunda contrición y esfuerzo desesperado se esfuerza por aferrarse a Dios en todos los hechos de Su ser. En esto tenía razón, porque un caso tan desesperado exige la ayuda, el gobierno, el poder de Dios. Bendito sea su nombre para siempre; todos están a nuestra disposición.

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