2 Crónicas 25:2

No faltaban ciertos elementos buenos sobre Amasías; y si no hubiera cedido ante un temperamento altivo y un orgullo ambicioso, su carrera podría haber sido útil y feliz. Estaba familiarizado con las Escrituras y respetaba las ordenanzas de la religión. Tenía el deseo de vivir una vida virtuosa y piadosa, pero el secreto de su fracaso era que su corazón no estaba bien con Dios. Su bondad era superficial y, por tanto, artificial; no fue el resultado de una naturaleza regenerada.

I. No malinterprete esta palabra "perfecto". Ningún hombre es perfecto, en el sentido absoluto del término, aunque debemos esforzarnos por conseguirlo como meta. No fue porque Amasías no estaba libre de pecado que su vida resultó ser un fracaso, sino porque no fue cabal en sus principios y piedad.

II. La vida inglesa en la actualidad parece estar afligida por una plaga de frivolidad. Hay tanto vacío e irrealidad, tanto barniz en el carácter y el trabajo, que nos corresponde predicar en voz alta el evangelio de la minuciosidad. Es solo porque afirmas ser del Señor que cualquier tipo de trabajo no funcionará. Al llevar Su nombre, eres responsable ante Él por cada detalle de tu vida diaria. Nuestra religión nos ha sido dada para ser una bendición universal, para agudizar nuestras facultades, para acelerar nuestra diligencia, para aumentar nuestra probabilidad de éxito.

III. Recuerde que la religión es algo dentro de usted, que trabaja hacia afuera desde el centro, y ese centro es un corazón poseído por la gracia de Dios. No es, como muchos lo imaginan, una reforma que comienza en la circunferencia exterior de la vida y los hábitos de uno, y luego avanza hasta el centro, hasta que el corazón se alcanza y cambia; comienza en lo más recóndito de nuestro ser, y desde allí se extiende hacia el exterior, hasta que todo el carácter y la conducta quedan bajo su gozoso dominio.

J. Thain Davidson, The City Youth, pág. 253.

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