2 Reyes 18:9

I. En la época de David y Salomón, el pequeño pueblo de los judíos se convirtió en una nación muy poderosa, respetada y temida por todos los reinos circundantes. Pero cuando cayeron en la idolatría y abandonaron al Dios verdadero y Su ley, todo cambió. La idolatría trajo el pecado; y el pecado trajo malas pasiones, odio, divisiones, debilidad, ruina. Las advertencias de Elías habían sido en vano, y las advertencias de Eliseo también. En el fondo, a los israelitas les gustaban más las idolatrías de Acab y Jezabel que la adoración del Dios verdadero.

¿Y por qué? Porque si adoraban a Dios y guardaban sus leyes, era necesario que fueran hombres más o menos buenos, íntegros, justos, misericordiosos, limpios y castos; mientras que, por otro lado, podrían adorar a sus ídolos y, sin embargo, ser tan malos como quisieran. Eligieron la peor parte y rechazaron la mejor; y fueron llenos del fruto de sus propios designios, como seguramente lo estará todo pecador que no se arrepienta.

II. El rey de Asiria, leemos, trajo paganos de Asiria y los estableció en Tierra Santa, en lugar de los israelitas. El sacerdote judío que le preguntaron por estas pobres personas obtuvieron una noción confusa del único Dios verdadero, y continuaron durante varios cientos de años adorando a los ídolos y al Dios verdadero al mismo tiempo. Pero a medida que pasaba el tiempo, los samaritanos parecían haberse deshecho de su antigua idolatría y se habían construido un templo en el monte Gerizim, y allí adoraban no sabían qué. Pero aun así hicieron lo mejor que pudieron, y por fin llegó su recompensa.

III. Cuando Jesús descansó junto al pozo de Jacob, su corazón anhelaba a estos pobres samaritanos ignorantes y a la mujer pecadora que vino a sacar agua del pozo. Durante cientos de años, los samaritanos habían sentido a Dios, y a su debido tiempo lo encontraron, porque Él vino a ellos, los encontró y les habló cara a cara.

IV. Todo lo que Cristo les pide es que lo reciban cuando venga a ustedes, que amen, agradezcan y traten de ser como Él, mientras que a los demás, a quienes se les da poco, se les pedirá poco; y al que usa de lo que tiene, sea poco o mucho, más se le dará y tendrá en abundancia.

C. Kingsley, Town and Country Sermons, pág. 362.

Referencia: 2 Reyes 18:13 . HB Tristram, Revista dominical, 1873, pág. 795.

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