Apocalipsis 2:2

Lo que Cristo aprueba en Éfeso.

Estas palabras revelan la maravillosa generosidad del Señor. Él es rápido para ver y está listo para reconocer todo el bien que existe entre Su pueblo; en esto, cuán diferente de muchos que hablan en su nombre, y que están perpetuamente ocupados en la búsqueda de faltas y la depreciación. Incluso donde erramos, podemos pedirle que anule y bendiga nuestros mismos errores.

I. Primero, el Señor dice: "Conozco tus obras". No se debe tratar con nosotros en la oscuridad, ya que el hombre a menudo se ve obligado a tratar con su prójimo. Él nos trae a la luz. El verdadero conocimiento del trabajo de un hombre implica el conocimiento del corazón, ya que la calidad del trabajo depende del motivo. Es por esto que incluso nuestras propias obras son tan mal entendidas por nosotros. Hay cámaras de pensamiento oscuras, medio iluminadas, en las que no hemos penetrado con todo nuestro auto-escrutinio, y una astuta autocomplacencia hace que todo gire a nuestro favor. El Señor conoce todas nuestras obras.

II. Al abrir Su declaración inicial, el Señor dice: "Conozco tu labor y tu paciencia". (1) Un departamento del trabajo es el aprendizaje cristiano; (2) un segundo pensamiento es el trabajo involucrado en la difusión del Evangelio; (3) sobresalir como la más grandiosa de todas las cosas es hacer la voluntad de Cristo en nuestra vida diaria.

III. El Evangelio es esencialmente intolerante, intolerante, no sólo del mal en abstracto, sino de los hombres malvados. Debemos aprender a "probar" tales hombres como lo hizo la Iglesia de Éfeso. Y si son mentirosos, entonces, cualesquiera que sean sus profesiones de celo, espiritualidad o santidad, debemos rechazarlos.

IV. Se encomia la paciencia de Éfeso. La paciencia cristiana no es el resultado de un proceso de amortiguar las sensibilidades. No hay nada de estoico en ello, ninguna pretensión que no sintamos, sino la dureza que se asocia con la más aguda capacidad de sufrimiento, y que tiene su raíz en una firme confianza en Dios.

J. Culross, Tu primer amor, pág. 27.

Referencia: Apocalipsis 2:3 . Spurgeon, Sermons, vol. xviii., No. 1069.

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