Génesis 18:32

I. Note primero las palabras de Dios que introducen esta historia. "Porque el clamor de Sodoma y Gomorra es grande", etc. Detrás de esta manera humana de hablar, ¡qué lección hay aquí! Los juicios de Dios de vez en cuando alcanzan naciones culpables y hombres culpables; pero, a pesar de las enormes y abrumadoras catástrofes que suelen ser, no tienen nada de precipitado, ciego, precipitado. Él es siempre el mismo Dios que, cuando el clamor de Sodoma y Gomorra se hizo grande, se describe como descendiendo para ver y preguntar si habían "hecho todo conforme al clamor".

II. En la seguridad de Dios a Abraham de que si se encuentran cincuenta, cuarenta, treinta, veinte o incluso diez hombres justos en la ciudad, Él no la destruirá, podemos reconocer una ley muy importante de Su gobierno del mundo: esta, a saber, que no es la presencia del mal sino la ausencia del bien lo que pone fin a la paciencia de Dios. Por más corrupta que sea la comunión de los hombres, por muy avanzada que sea la maldad, sin embargo, mientras haya un núcleo sólido y saludable en ella de hombres justos, es decir, de hombres que aman y temen a Dios y testificarán de Dios, hay siempre ten esperanza.

III. Esta promesa de Dios, "No la destruiré por causa de los diez", nos muestra lo que son los hombres justos, amantes y hacedores de la verdad. Son como los pararrayos, apartando los rayos de fuego de Su venganza, que de otro modo habrían quemado, destrozado y consumido un mundo culpable hace mucho tiempo. A menudo, puede ser que sean poco tenidos en cuenta entre los hombres, siendo de hecho los escondidos de Dios que claman en sus lugares secretos por las cosas que se hacen contra las palabras de los labios de Dios. El mundo puede pasarlos, puede que no sepa nada de ellos, pero es por ellos que el mundo es soportado y continúa hasta el día de hoy.

IV. ¿No nos recuerda esto un deber en favor de los demás que podríamos cumplir eficazmente si una mayor medida de gracia habitara en nuestros corazones? Me refiero al deber de oración e intercesión por los demás. La oración por los demás nunca se pierde, nunca es en vano; a menudo por medio de ella podemos atraer la bendición sobre otros, pero siempre y sin falta volverá en bendición sobre nosotros mismos.

RC Trench, Sermones predicados en Irlanda, pág. 190.

Referencias: Génesis 18:32 . W. Morley Punshon, Esquemas del Antiguo Testamento, pág. 9; J. Oswald Dykes, Contemporary Pulpit, vol. i., pág. 182; Parker, Analista del púlpito, vol. ii., pág. 241.

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