Génesis 43:30-31

30 Entonces José se dio prisa, porque se conmovió profundamente a causa de su hermano y estuvo a punto de llorar. Entró en su habitación y lloró allí.

31 Luego se lavó la cara, salió fuera y conteniéndose dijo: — Sirvan la comida.

Génesis 43:30

El texto muestra el contraste entre la vida secreta y la vida exterior de cada uno de nosotros; entre la cámara y la sala de banquetes; entre el hombre que ve Dios y el hombre que ve el mundo, en cada uno de nosotros. Es al pensamiento de los dolores secretos al que nos dirige el texto; dolores que, aunque se sientan profundamente en secreto, deben ser disfrazados y reprimidos en presencia de otros.

I. El problema de José, en esta ocasión, fue uno de corazón o afectos. Su amor reprimido fue abrumador; sólo podía aliviarse con un estallido de lágrimas; entró en su habitación y allí lloró. ¿Dónde está la casa en la que el afecto no es fuente de algún problema secreto? La soledad de corazón, el amor no correspondido, es una calamidad; Dios lo ve, Dios se compadece de él; pero sé valiente en Su fuerza para soportarlo, y no dejes de lado, con perversidad o voluntad propia, esa oferta de amor divino que, a la larga, valdrá todo lo demás para ti.

II. Es sólo un paso de este al siguiente ejemplo, el de la ansiedad por las almas de los demás. ¿Qué palabras podrían designar más acertadamente una vida así de ansiosa vigilia que las que hablan de un llanto en la cámara y un refrenamiento debajo de un lecho regado de lágrimas, pero un rostro que debe sonreír de día para no contar su historia? ¡Bien está escrito de un enfermo así, que salió y se contuvo para no revelar, para no traicionar!

III. Piense a continuación en las angustias que nos sobrevienen de las luchas internas del pecado; de esos trabajos incansables de corrupción interna que hacen que la vida de tantos sea un largo esfuerzo y conflicto. Estos también, sobre todo, son cosas secretas. Son nuestros secretos, pero existen. Forman gran parte de nuestra existencia, y tenemos que abstenernos de no mostrarlos. (1) A algunos les diría: No alimentes tus dolores secretos.

Los dolores del afecto crecen al meditar. Son llamadas fuertes al trabajo. (2) A los hombres más fuertes, que no tienen experiencias de dolor secreto, les diría: Cuidado con despreciar y despreciar a los que sí. Haz espacio para los demás. Reconozca la existencia del dolor secreto como una explicación de muchos fenómenos del carácter.

CJ Vaughan, Lecciones de vida y piedad, p. 98.

Referencias: Génesis 44 FW Robertson, Notes on Genesis, p. 161; M. Dods, Isaac, Jacob y Joseph, pág. 231; WM Taylor, Joseph el Primer Ministro, pág. 122.

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