Job 34:22

El texto marca una circunstancia especial en el carácter de "hacedores de iniquidad", a saber, que son hombres que desean o desearán esconderse; que hay algo en sus disposiciones y prácticas que desean que se oculte a todo conocimiento y juicio. Este deseo de esconderse es el reconocimiento de que hay justicia sobre la creación, que hay un Poder justo y retributivo que inspecciona en todas partes, con la conciencia de que hay algo desagradable para la justicia. Pero para esta conciencia todos serían "hijos de la luz".

I. El texto respeta principalmente la imposibilidad de ocultarse de Dios y el deseo de que fuera posible. Pero hasta cierto punto podría decirse con verdad también con respecto a la inspección y el juicio humanos. Es imperfectamente que los obradores de iniquidad puedan esconderse incluso de la vista humana. Porque hay innumerables ojos y mentes vigilantes que ejercen una aguda inspección. Los hombres se miran unos a otros, a falta de inspeccionarse a sí mismos. Hay una sospecha que nunca duerme. Los malvados a menudo se traicionan unos a otros.

II. Note las diferentes clases de oscuridad en las que los pecadores buscan esconderse. (1) Existe la oscuridad del profundo disimulo. (2) Existe la oscuridad de la profunda soledad. (3) Está la oscuridad de la noche. (4) En un sentido moral o espiritual, podemos dar el nombre de "oscuridad" a un estado engañoso de nociones con respecto a la religión. (5) En la tumba, en el estado de los muertos, en el otro mundo, no habrá ningún escondite de oscuridad.

Ningún rincón del universo tiene un velo del Creador. No hay ningún receso en el que pueda deslizarse un espíritu. El mismo poder que todo lo ve y la justicia omnipotente están en todas partes. Y si miramos hacia adelante en el tiempo, hay en perspectiva el gran día de la manifestación, del cual la luz trascendente será tal que aniquilará las tinieblas de todo el tiempo pasado. Será no sólo como "la luz de siete días", sino como la luz de miles de años de una sola vez.

J. Foster, Conferencias, vol. i., pág. 167.

Referencias: Job 34:29 . Revista homilética, vol. viii., pág. 62; Spurgeon, Sermons, vol. xiii., núm. 737. Job 34:31 ; Job 34:32 . Ibíd., Vol. xxii., núm. 1274; G. Brooks, Outlines of Sermons, pág. 132.

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