Mateo 24:39

La moral de los accidentes.

I. Aquellos que escudriñan esas Escrituras comunes, los periódicos, encontrarán muchas cosas que perturbarán demasiado sus corazones, si estos corazones son susceptibles y compasivos, a menos que también escudriñen las Sagradas Escrituras. Si encontramos a Dios en las Sagradas Escrituras, entonces podemos encontrar una razón para muchas de las cosas que suceden en el mundo, o una razón para creer que hay buenos fines que pueden ser respondidos por accidentes, incluso los más atroces y destructivos, aunque es posible que no lo sepamos. poder descubrir cuáles son.

No nos deshacemos de los accidentes protestando que no deberían suceder y que, en nuestra opinión, nunca sucederían si hubiera un Dios y Él se preocupara por el mundo. Pero si hay un Dios, y si Él se preocupa por el mundo, entonces la fe en Él nos ayudará cuando ni la prudencia ni la ciencia pueden hacerlo. Y esta fe al mismo tiempo hará que nuestra prudencia y ciencia nos sean más útiles, pues nos instruirá a razonar así, debemos pensar que, como los accidentes ocurren por permiso de Dios, tienen un significado y una lección para bien; busquemos entonces esto; aumentemos nuestro conocimiento de la ley de la naturaleza, ejerzamos más cuidado en nuestra obediencia a ella.

Cuando estamos considerando cosas tristes que suceden, debemos pensar: (1) Cuántos accidentes son leves en cuanto al daño que causan en comparación con el servicio de la lección que enseñan; (2) de cuántas cosas "van a suceder" nos salvamos cuando la pérdida y el peligro parecen inminentes; (3) cuán manifiestas y honorables son las obras y el valor del hombre para evitar accidentes y disminuir el daño que causan; (4) cuán incesante es la operación beneficiosa de las grandes leyes naturales, y cuán variados son sus beneficios; (5) cuán descuidado y falso es el trabajo de muchos hombres, cuán necesario es que tengan una advertencia a la que prestar atención; (6) Cuán cierto es que la infidelidad en el trabajo traerá desastres, pequeños y grandes, que se llaman erróneamente cuando los llamamos accidentes, porque aunque no sabíamos, podríamos haberlo sabido, que seguramente sucederían.

II. Muchos hombres han perdido la vida por accidente; ningún hombre perdió jamás su alma por accidente. Y, sin embargo, el accidente que interrumpe la vida de un hombre puede llevar su alma a una condición triste y deshonrada, de la que ha tenido amplia oportunidad de haberla salvado.

TT Lynch, Sermones para mis curadores, pág. 3.

Referencias: Mateo 24:39 . Spurgeon, Sermons, vol. xiv., nº 823; Ibíd., Evening by Evening, pág. 308. Mateo 24:40 . TJ Rowsell, Penny Pulpit, nº 3.665; Sermones sencillos de los colaboradores de "Tracts for the Times", vol. iii., pág. 49. Mateo 24:41 . Revista homilética, vol. xii., pág. 114.

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