Números 20:23

I. Podemos aprender una lección saludable de la muerte de Aarón en su sentido meramente literal. Aarón, el sumo sacerdote, tuvo que ascender al monte Hor vestido con sus ropas sacerdotales del oficio; pero debe ser despojado de ellos allí, porque debe morir allí. No podía llevar su dignidad o sus emblemas al otro mundo. Debe dejarlos al borde de la tumba. No hay nada que el mundo dé que los hombres puedan llevar consigo cuando la muerte se apodera de ellos.

Incluso todo lo que externamente pertenece a la dignidad espiritual, y que pone a los hombres en relación con cosas imperecederas y eternas, debe dejarse atrás, y el hombre individual, como criatura responsable de Dios, debe comparecer ante su Hacedor en juicio. Hay una cosa imperecedera y una dignidad que ni siquiera la muerte puede empañar. Lo imperecedero es la vida que el Espíritu de Dios imparte al alma y que conecta el alma con Dios. La dignidad inmortal es la de ser hijos de Dios.

II. Aarón debe ser despojado de sus vestiduras y su hijo debe vestirse con ellas en su lugar. Esto nos recuerda que si bien los sacerdotes bajo la ley no pudieron continuar por causa de la muerte, el oficio del sacerdocio no caducó. Las túnicas de Aarón no fueron enterradas con él. Se proporcionó su sucesor. Sin embargo, la sola idea de que necesitaba un sucesor, que el oficio debe transmitirse de uno a otro, nos lleva a pensar en el contraste que el Apóstol establece entre los sacerdotes bajo la ley y Aquel que permanece siempre. Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos.

AD Davidson, Lectures and Sermons, pág. 599.

Referencias: Números 20:14 . Parker, vol. iii., pág. 258. Números 20:17 . W. Page Roberts, Servicio razonable, p. 148. Números 20:22 . G. Gilfillan, Alpha y Omega, vol. ii., pág. 132.

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