Salmo 37:11

Una promesa como esta se relaciona tanto con el futuro como con el presente. El texto no puede tener su cumplimiento perfecto hasta que Cristo venga por segunda vez en poder y gran majestad, pero hay sentidos en los que tiene un logro presente.

I. ¿Quiénes son los mansos? Acudimos a Cristo en busca de una descripción de la mansedumbre, y lo recopilamos del retrato que Cristo nos dio de que debemos ser tolerantes, perdonadores, pacientes ante las injurias y contradicciones. Debemos distinguir entre esa mansedumbre que puede ser sólo el efecto de la constitución y otra que es el claro producto de la gracia. El hombre que sólo es manso por constitución, normalmente resultará ser un hombre tímido o irresoluto, totalmente desprevenido para enfrentar una emergencia o para dominar un pecado idólatra; pero la mansedumbre cristiana es, en el sentido más amplio, compatible con la osadía cristiana.

II. La mansedumbre cristiana debe resultar principalmente, en primer lugar, de un profundo sentido de nuestra propia indignidad y, en segundo lugar, de un ferviente amor por nuestros semejantes. El que es humilde en la mansa conciencia de su propia vileza como pecador, invariablemente será reacio a todo lo dominante; y el que está celoso por el bienestar de los demás, tolerará y perdonará, y reprimirá el resentimiento, por muy perjudicial que sea la conducta de los demás.

III. La promesa de nuestro texto se cumplirá en el futuro; porque en esta vida el heredero no es más que un hombre que aún no ha alcanzado una edad en la que entrar en posesión. Sin embargo, la conciencia de ser heredero traerá consigo un cierto sentimiento de posesión, aunque aún lejano el momento de tomarlo como suyo. El heredero de la tierra, aunque no sea un poseedor, puede tener un interés tan rico y precioso en la tierra que confirmará la expresión de su bendición ahora. Los mansos, llenos de la persuasión de que no merecen nada más que ira, encuentran en las misericordias más comunes muestras de que son hijos de Dios.

IV. En la medida en que un hombre adquiere amor por sus semejantes, se puede decir claramente que hereda la tierra. No se puede encontrar el lugar donde el hombre manso que está siendo colocado será un extraño. Dondequiera que viaje, se puede decir que todavía está en casa. Posee la tierra por pacto familiar, por derechos o derechos de parentesco, y la posesión así obtenida es posesión por heredad. Y si tenemos así un hogar en la tierra a lo largo y ancho, sostenemos que se dice justa y literalmente que el hombre manso hereda la tierra.

H. Melvill, Penny Pulpit, No. 2257.

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