2 Crónicas 25:9

9 Amasías preguntó al hombre de Dios: — ¿Qué será, pues, de los tres mil trescientos kilos de plata que he dado al ejército de Israel? El hombre de Dios respondió: — El SEÑOR puede darte mucho más que eso.

CONTANDO EL COSTE

"Y Amasías dijo al varón de Dios: Pero, ¿qué haremos con los cien talentos que he dado al ejército de Israel?" etc.

2 Crónicas 25:9

El tema que se nos presenta en el texto es la ponderación de las consecuencias.

I. El gran principio que debe guiar a todo cristiano sabio con respecto a la consideración de las consecuencias es este: dondequiera que estemos seguros de que nos lleve el deber, donde sea que estemos seguros de que Dios nos manda que vayamos, entonces por ese camino debemos ir, sea lo que sea y como sea. dolorosas las consecuencias pueden ser. La regla es que debemos hacer lo correcto, y en cuanto a las consecuencias, déjelas en manos de Dios.

II. Debemos hacer esto humildemente; no debemos hacerlo con nuestras propias fuerzas, sino confiando simplemente en la gracia prometida de Dios. —Lo grandioso es que no es que un hombre diga que seguirá por el camino del deber, sea cual sea la pérdida que pueda traerle, sino que los que lo rodean deben ver que va por el camino del deber, aunque eso no debería ser el camino de la ganancia mundana.

III. Este tema es de lo más práctico. —A menudo llegará el momento en que veamos claramente cuál es el camino del deber, pero nos sentimos tentados a preguntar: ¿Qué haremos por los cien talentos? No cabe duda de que en este mundo la honestidad es a menudo la peor política. Pero a la larga, ningún hombre perderá si obedece el mandato de Dios; y, con la misma certeza, nadie se beneficiará jamás desobedeciéndolo.

Ilustración

'Dios no puede estar en comunión con nosotros si podemos tolerar la comunión con los impíos. Debemos elegir entre los dos. Si podemos renunciar a toda ayuda de las criaturas y confiar simplemente en el Dios eterno, no hay límite para las victorias que Él logrará; pero si, apartándonos de Él, extendimos nuestra mano hacia el mundo, perdemos su ayuda. ¡Oh, hijo de Dios! que no vaya contigo el ejército de Israel. No adopte políticas, métodos o socios mundanos.

Por muy fuerte que te hagas para la batalla, en alianza con ellos, fracasarás. De hecho, Dios mismo te hará caer ante el enemigo, para que puedas volver a Él. Pero dices que ya has entrado en una alianza tan estrecha que no puedes echarte atrás. Ha invertido su capital, ha realizado grandes gastos. Pero será mejor perder estos que él. Sin ellos y con Dios a tu lado, podrás derrotar a Edom y herir a diez mil hombres. ¡Ojalá supieran los hombres la liberación absoluta que Dios efectuará para aquellos cuyos corazones son perfectos para con Él! '

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