Génesis 46:4

4 Yo descenderé contigo a Egipto y ciertamente yo también te haré subir de allí. Y la mano de José cerrará tus ojos.

PADRE E HIJO

"José pondrá su mano sobre tus ojos".

Génesis 46:4

I. "Preciosa a los ojos del Señor es la muerte de sus santos". Nada en los años pasados ​​le habría dado más placer a Jacob que saber que al final de su triste y cansado peregrinaje, José debería cerrar los ojos en la muerte. Cuando le quitaron a Raquel, se dirigió naturalmente a José para que realizara los últimos tristes oficios; pero en un momento nada parecía más improbable que ese sería el caso; sin embargo, ahora lo imposible se había hecho posible de repente, y José iba a recibir sus últimas instrucciones ( Génesis 47:29 ).

II. Es agradable pensar que Dios se deleita en complacer los deseos inocentes y naturales de sus santos, cuando es posible. 'Los pasos del buen hombre son ordenados por el Señor', y seguramente los últimos. Aquel que amó recibir de manos de María la unción para su sepultura, verá que el cuerpo que le ha servido y ha sido su templo, será honrado con justicia. Me gusta creer que los idilios amorosos de Dios terminan con alegría; que los que se han amado se encuentren y se envuelvan en un abrazo que nunca podrá desatarse; esos días de llanto claro hacia la víspera de la canción, y que Josephs puso sus manos sobre nuestros ojos. Pero incluso si eso no puede ser, nuestro Señor resucitado estará a nuestro lado en ese momento.

'Verás,

Mirando fijamente hacia la eternidad,

Los cielos se abrieron y a la diestra de Dios,

Con la misma sonrisa de una vez, tu Maestro se pone de pie;

No solo así, sino que desciende de su lugar,

Y estar junto a ti, y sus brazos se abrazan,

Ni dejes que tu mano se aferre,

Hasta que toda la tiranía haya pasado.

Ilustración

'Es muy bueno que los años de un anciano, los últimos años, se iluminen con mensajes y muestras de amor de sus hijos y nietos, para que, cuando tenga más de setenta años, entre en la agradable agitación de nuevas vidas y nuevos amigos, en un mundo de intereses más amplios. Esas, me imagino, son las vidas que más merecen ser llamadas felices, esas vidas en las que todo lo que se ha dado en los días de angustia vuelve diez veces en los días de paz, y donde el final es un atardecer dorado.

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