ANÁLISIS.

En el capítulo anterior, habiendo expuesto el hecho de que Dios es luz, y que sólo los que andan en la luz tienen comunión con el Padre, y el gran honor de tal comunión y el bendito privilegio de ser limpiados del pecado, en este capítulo les escribe que estas bendiciones no deben ser tomadas como un estímulo para pecar, sino que tenían la intención de presentarles un incentivo para no pecar; pero si alguno de ellos se ve vencido por las tentaciones que lo rodean, no se desespere, sino que recuerde que tiene un abogado ante el Padre, un abogado poderoso, uno que es esencialmente el justo.

Este justo hizo una ofrenda por el pecado por ustedes los cristianos, y no solo por ellos, sino por todo el mundo que se arrepienta y abandone sus pecados. Se da un criterio por el cual podéis saber si sois hijos de Dios o no; es decir, guardando sus mandamientos. El que dice yo conozco a Dios, y sin embargo no guardo sus mandamientos, simplemente dice una falsedad cuando habla así, y en tal persona no hay veracidad, mientras que el que observa todos los requisitos de Dios verdaderamente ama a Dios.

Por esta regla se puede juzgar. El que permanece en la comunión de Dios camina como Dios lo dirige. En cierto sentido, no escribo ningún mandamiento nuevo, porque Dios desde el principio deseó que los hombres se amaran unos a otros, y sin embargo, en cierto sentido escribo un mandamiento nuevo. Es nuevo en la regla por la cual se mide el amor que tenéis por vuestros semejantes. Antiguamente era ojo por ojo. Ahora, es amar incluso a tus enemigos.

Siendo así, no puedes odiar a tu hermano. Debes tener amor por él si caminas en la luz y tienes comunión con Dios. Esta vida cristiana es una vida nueva. Si no amas a tu hermano, no estás en la luz, sino en las tinieblas.

Os escribo porque vuestros pecados os son perdonados por el nombre de Cristo. Escribo a los padres porque han conocido a Cristo desde el principio, ya los jóvenes porque han vencido al mundo en la obediencia a la verdad. Ahora bien, a todos vosotros os digo: No améis al mundo, porque al hacerlo demostráis que el amor del Padre no está en vosotros. Las cosas del mundo, es decir, los deseos de la carne y de los ojos, y la vanagloria de la vida, no son de Dios.

Todo esto pasará, mientras que la voluntad de Dios permanece para siempre. Los falsos maestros que escuchaste que vendrían ya vinieron. Esos salieron de nosotros porque no eran de nosotros. Es un anticristo o falso maestro, que niega que Jesús es Cristo. Crees en Jesús como el Cristo, y la promesa de la vida eterna te está asegurada. Os escribo para que no os dejéis engañar por estos falsos maestros. Ahora, permaneced en Cristo, para que cuando él venga otra vez, no seáis avergonzados delante de él. Esto será hacer justicia, y los que así lo hagan serán como él, porque él es justo.

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