PRIMERA EPÍSTOLA DE JUAN.

INTRODUCCIÓN.

Esta epístola se atribuye al apóstol Juan, sin ninguna duda de la que yo sepa. Es el mismo Juan que es el autor del cuarto Evangelio, llamado por algunos la corona de todos los Evangelios. Era hijo de Zebedeo y hermano de Santiago. No necesita una larga presentación para el lector. Nos basta saber que el Maestro le concedió favores especiales, entre los cuales estaban: Permitirse estar presente en la resurrección de la hija de Jairo, en la transfiguración y en Getsemaní, privilegio y placer deber de cuidar a la madre de Jesús en sus últimos días y, finalmente, recibir la última comunicación del Maestro destinada a los hijos de los hombres.

A estos favores especiales, así otorgados a Juan con sabios propósitos, creo que es seguro agregar que él fue el único de los testigos escogidos del Señor a quien se le permitió morir de una muerte natural y pacífica.

HORA Y LUGAR DE ESCRITURA.

Tanto el lugar donde se encontraba Juan al momento de escribir esta Epístola, como el año en que se escribió la misma, no pueden determinarse con una exactitud tolerable. Evidentemente estaba en algún lugar de Judea, y escribió lo mismo inmediatamente después de su escape de Jerusalén. Esta huida se produjo después de que la ciudad fuera sitiada por los romanos. Algunas declaraciones contenidas en él me llevan a esta conclusión, que no es necesario nombrar, ya que el lector, al leer la Epístola, descubrirá fácilmente lo mismo. Esta opinión, siendo la correcta, fija la fecha del escrito alrededor del año 69 d.C.

A QUIEN ESCRITO.

En primer lugar, a los cristianos de Judea y sus alrededores, y, en segundo lugar, a todos los cristianos de todas las edades posteriores.

POR QUE ESCRITO.

Había llegado el tiempo predicho por el Maestro de que surgirían falsos Cristos. Entonces se estaban dando a conocer, y estaban promulgando sus falsas doctrinas y subvirtiendo la fe de algunos. Para evitar el éxito de su misión y alentar a los discípulos en su lealtad a la doctrina y la causa de Cristo, fue escrita esta epístola. Estos dos importantes objetos indujeron al apóstol a escribir esta grandiosa y noble carta.

Las reprensiones administradas a los falsos maestros son mordaces, y la refutación y el repudio de sus enseñanzas viciosas son contundentes, convincentes y audaces, mientras que las exhortaciones a la constancia en la fe por parte de los discípulos son las más tiernas y urgentes. El gran amor de Dios por los hijos de los hombres, el modelo de vida del Maestro y la inestimable recompensa de la vida eterna para los fieles son representados poderosamente por una mente maestra y un corazón amoroso.

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