Y luego en el capítulo diecinueve esta ordenanza de la vaca roja. a donde iban

traigan una becerra roja, sin mancha, en la cual no haya defecto, sobre la cual nunca se haya puesto yugo; y se la darán al sacerdote Eleazar, que es hijo de Aarón, y él la sacará sin el acampar y matarla: y tomar la sangre con su dedo, y esparcir la sangre directamente delante del tabernáculo de reunión siete veces: y luego quemar completamente la vaca.

Y tomarán la madera de cedro, el hisopo y la grana, y los echarán en medio del fuego de la becerra. El sacerdote debía lavar su ropa, y luego él debía bañarse y volver al campamento. Y el que quemara la becerra también lavaría sus vestidos y sería inmundo hasta la tarde ( Números 19:2-8 ).

Al igual que Eliezer que lo había quemado. Pero un hombre que estaba ceremonialmente limpio debía juntar las cenizas. Y de alguna manera debían hacer, rociar estos con agua y hacer un agua para ungir a algunos como símbolo de limpieza. Y las cosas debían ser purificadas por esta agua de esta becerra roja que fue sacrificada. Ahora bien, hay quienes ven en esta vaca roja analogías con el sacrificio de Jesucristo y el lavamiento que tenemos por Su Palabra y por el Espíritu.
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