El capítulo 8 renueva la declaración de que el fin de Israel llegó a causa de su iniquidad. Dios ya no lo pasaría por alto. El profeta anuncia igualmente la aflicción en que debe llegar el pueblo al ser privado de toda guía de Jehová. Los que confiaban en las vanidades que Israel había levantado para sí mismos, caerían y nunca más se levantarían.

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