Éxodo 4:1-31

1 Entonces respondió Moisés y dijo: — ¿Y si ellos no me creen ni escuchan mi voz, sino que dicen: “No se te ha aparecido el SEÑOR”?

2 El SEÑOR le preguntó: — ¿Qué es eso que tienes en tu mano? Él respondió: — Una vara.

3 Y él le dijo: — Tírala al suelo. Él la tiró al suelo, y se convirtió en una serpiente. Y Moisés huía de ella.

4 Entonces el SEÑOR dijo a Moisés: — Extiende tu mano y agárrala por la cola. Él extendió su mano y la agarró, y volvió a ser vara en su mano.

5 — Esto es para que crean que se te ha aparecido el SEÑOR, el Dios de sus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob.

6 — El SEÑOR también le dijo — : Mete tu mano en tu seno. Él metió su mano en su seno, y al sacarla, he aquí que su mano estaba leprosa, blanca como la nieve.

7 Entonces le dijo: — Vuelve a meter tu mano en tu seno. Él volvió a meter su mano en su seno; y al volver a sacarla de su seno, he aquí que volvió a ser como el resto de su carne.

8 — Y sucederá que si no te creen ni te escuchan a la primera señal, te creerán a la segunda señal.

9 Y sucederá que si no te creen a estas dos señales ni escuchan tu voz, tomarás agua del Nilo y la derramarás en tierra seca. El agua que tomarás del Nilo se convertirá en sangre sobre la tierra seca.

10 Entonces Moisés dijo al SEÑOR: — Oh Señor, yo jamás he sido hombre de palabras, ni antes ni desde que tú hablas con tu siervo. Porque yo soy tardo de boca y de lengua.

11 El SEÑOR le respondió: — ¿Quién ha dado la boca al hombre? ¿Quién hace al mudo y al sordo, al que ve con claridad y al que no puede ver? ¿No soy yo, el SEÑOR?

12 Ahora pues, ve; y yo estaré con tu boca y te enseñaré lo que has de decir.

13 Y él dijo: — ¡Oh Señor, por favor envía a otra persona!

14 Entonces el furor del SEÑOR se encendió contra Moisés, y le dijo: — ¿No conozco yo a tu hermano Aarón el levita? Yo sé que él habla bien. He aquí que él viene a tu encuentro; y al verte, se alegrará en su corazón.

15 Tú le hablarás y pondrás en su boca las palabras. Yo estaré con tu boca y con la suya, y les enseñaré lo que han de hacer.

16 Él hablará por ti al pueblo y será para ti como boca, y tú serás para él como Dios.

17 Lleva en tu mano esta vara, con la cual harás las señales.

18 Entonces Moisés se fue y volvió a donde estaba su suegro Jetro y le dijo: — Permite que yo vaya y vuelva a mis hermanos que están en Egipto, para ver si aún están vivos. Y Jetro dijo a Moisés: — Ve en paz.

19 El SEÑOR dijo también a Moisés en Madián: — Ve, vuélvete a Egipto, porque han muerto todos los que procuraban matarte.

20 Entonces Moisés tomó a su mujer y a sus hijos, los puso sobre un asno y regresó a la tierra de Egipto. Moisés tomó también en su mano la vara de Dios.

21 Y el SEÑOR dijo a Moisés: — Cuando estés de regreso en Egipto, haz en presencia del faraón todas las señales que he puesto en tu mano. Sin embargo, yo endureceré su corazón, y él no dejará ir al pueblo.

22 Entonces dirás al faraón: “Así ha dicho el SEÑOR: ‘Israel es mi hijo, mi primogénito.

23 Yo te digo que dejes ir a mi hijo para que me sirva. Si rehúsas dejarlo ir, he aquí que yo mataré a tu hijo, a tu primogénito’ ”.

24 Aconteció en el camino, en una posada, que el SEÑOR le salió al encuentro y procuró matarlo.

25 Entonces Séfora tomó un pedernal afilado, cortó el prepucio de su hijo y tocó con él los pies de Moisés, diciendo: — ¡De veras, tú eres para mí un esposo de sangre!

26 Entonces él desistió. Ella había dicho “esposo de sangre” a causa de la circuncisión.

27 Entonces el SEÑOR dijo a Aarón: — Ve al desierto, al encuentro de Moisés. Él fue y lo encontró en el monte de Dios, y lo besó.

28 Entonces Moisés refirió a Aarón todas las palabras que el SEÑOR lo enviaba a decir y todas las señales que lo mandaba hacer.

29 Moisés y Aarón fueron, y reunieron a todos los ancianos de los hijos de Israel.

30 Aarón relató todas las cosas que el SEÑOR había dicho a Moisés, y este hizo las señales ante los ojos del pueblo.

31 El pueblo creyó; y al oír que el SEÑOR había visitado a los hijos de Israel y que había visto su aflicción, se inclinaron y adoraron.

Moisés todavía plantea dificultades, y Dios le vuelve a dar señales, señales notables. Los dos primeros me parecen en sus caracteres-tipos, el primero, del pecado y de su curación; el segundo, de poder, que, habiéndose convertido en satánico, es retirado y se convierte en la vara de Dios; y luego presenta lo que refresca, viniendo de Dios, como hecho juicio y muerte. Pero debemos notar aquí la diferencia de lo que entonces se le dio a Moisés y lo que ocurrió en Egipto.

Aquí en los dos signos personales hay primero restauración (la lepra es curada), y luego el poder del cual Moisés huyó se convierte en la vara de Dios en su mano. El agua que se convierte en sangre es simple juicio. En Egipto no se encuentra el primero, allí actuó por Dios, pero hubo un desarrollo mucho mayor de los dos últimos signos. La curación de la persona, es decir, y la eliminación del pecado no había nada de eso. Pero el poder destruye por completo toda manifestación de poder satánico y la adorada fuente de riqueza para la carne y el mundo se convirtió en muerte y juicio para ella.

Pero Moisés todavía se niega y la ira de Dios se enciende contra él; sin embargo, Él actúa con misericordia, de una manera, sin embargo, humillando a Moisés, con quien ahora se une a Aarón, su hermano, a quien ya había preparado para eso, y que había salido de Egipto para encontrarse con él; por la necedad de Sus hijos, mientras que es para su vergüenza y su pérdida cumple los propósitos de Dios.

Cualquiera que sea el poder del que libera, es necesario que la circuncisión se halle en aquel que está interesado en, y que es usado como instrumento de la liberación; porque el Dios-Salvador es un Dios de santidad; es en la santidad y en el juicio del pecado que Él libera: y actuando en la santidad no sufre el pecado en aquellos que son colaboradores de Aquel con quien Él está en contacto; porque Él sale de Su lugar en el juicio.

Para nosotros la cuestión es estar muertos al pecado, la verdadera circuncisión; nuestro Moisés es un marido sanguinario para la que tiene trato con él. Dios no puede usar la carne en la lucha contra Satanás. Él mismo no puede sufrirlo, porque Él está en Su lugar en el juicio. Satanás también tendría poder sobre él, y por derecho; Por lo tanto, Dios mismo lo hace morir, y esto se hace por nosotros en la cruz, donde Él, que no conoció pecado, fue hecho pecado por nosotros (comparar Romanos 8:3 ).

Y Él quiere que esto se cumpla también en nosotros. Esto es cierto de aquellos que componen la asamblea; pero pueden considerarse muertos. Llevamos en el cuerpo la muerte del Señor Jesús [1]. Será cierto de una manera más evidente, en el juicio del último día, cuando el Señor interceda con toda carne y se identifique con aquellos que no han tomado parte espiritualmente en la comunión de los sufrimientos de Cristo, el lugar del cristiano. Dios purificará a Jerusalén con el espíritu de la quema.

Nota 1

En Colosenses 3 encontramos el juicio de Dios de aquel en quien Cristo (comparar Romanos 8:10 ); en Romanos 6 la fe lo cuenta así: en 2 Corintios 4 se realiza prácticamente. Y Dios prueba la fe, pero para confirmar en ella el alma. Ver 2 Corintios 1 y 4.

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