En el capítulo 35 Dios decide la controversia entre Edom e Israel, y condena el monte Seir a perpetua desolación, por el odio empedernido de ese pueblo a Israel; y en lugar de entregar a Israel a Edom el día que Él castigue a Su pueblo, será Edom quien llevará el castigo de este odio, cuando toda la tierra se regocijará. Cuando Dios castiga a Su pueblo, el mundo piensa poseerlo todo; mientras que ese castigo no es más que el precursor del juicio del mundo.

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