Finalmente (cap. 7), toda la tierra de Israel está bajo la sentencia de Dios, "los cuatro ángulos de la tierra". Aquellos que escapan al juicio general se lamentan solos sobre las montañas, habiendo abandonado todo en la desesperación, sin poder para resistir. Lo peor de los paganos debería poseer la tierra. Y el ornamento de la majestad de Jehová, que él había establecido en gloria, habiendo sido profanado por sus abominaciones, debe ser entregado en manos de extraños para ser profanado por ellos.

El lugar secreto de Su santidad debe ser contaminado. La travesura debe venir sobre la travesura, y no debe haber remedio. Jehová juzgaría al pueblo según sus merecimientos. Así se pronunció juicio solemne sobre toda la nación. Todo está desolado, y con respecto a las relaciones de Israel con Dios, ya sea por parte del pueblo mismo, o por medio de la casa de David, que era responsable del mantenimiento de estas relaciones, todo estaba finalmente perdido.

La gracia puede actuar; pero el pueblo y la casa de David habían fracasado totalmente. El nombre de Dios había sido blasfemado por Su pueblo, en lugar de ser glorificado. La ejecución del juicio es ahora el único testimonio que se le rinde. El juicio está completo, ha caído sobre los cuatro ángulos de la tierra, e Israel ya no es una nación. ¡Qué pensamiento tan solemne es que el juicio debe ser el único testimonio que se puede dar a Dios! El capítulo 7 cierra esta primera profecía, que es de gran importancia, ya que declara que el juicio se ejecutará por completo sobre el pueblo de Dios en la tierra.

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