Sin embargo, no todos se unieron a Gedeón para perseguir a los madianitas. Pero, por el momento, Gedeón desprecia la cobardía que lo repudiaba por el temor que le quedaba al poder del opresor. A su regreso castiga, en la justa indignación de la fe, a los que en tal momento se habían mostrado favorables al enemigo, cuando los siervos de Dios estaban "débiles pero persiguiendo" (cap. 8).

Mientras la obra aún estaba por hacer, ellos se ocuparon de la obra y pasaron: hay tiempo suficiente para la venganza cuando la obra está hecha. Gedeón tiene también la prudencia de apartarse, para apaciguar los celos de los que se sentían heridos en su orgullo, porque Gedeón había tenido más fe que ellos. No se jactaron de su propia importancia, ni solicitaron ser llamados, cuando Madián tenía poder sobre la tierra de Israel.

Sería un error enfrentarse a tales personas. Si vosotros estáis satisfechos de haber hecho la obra de Dios, ellos estarán satisfechos con el botín que encuentren al perseguir al enemigo; harán de ello una victoria para sí mismos. Se les debe permitir; porque de hecho han hecho algo por la causa de Dios, aunque tarde en abrazarla. Vinieron cuando fueron llamados, y voluntariamente, como parece; siguieron las instrucciones de Gedeón y le trajeron las cabezas de los príncipes.

El secreto de la fe y de Jehová estaba con Gedeón. Era inútil hablarles de ello. El pueblo no conocía su propia debilidad. Gedeón debe ser fuerte del lado de Jehová para Israel, ya que Israel no podría serlo con él. Pero por eso mismo no podían entender por qué no habían sido llamados antes. Tenía que quedar sin explicación; una prueba del triste estado de Israel. Pero el peligro se eliminó y la dificultad quedó a un lado, porque Gedeón se contentó sabiamente con calmar sus mentes, sin insistir en su propia importancia, que provenía de una fe de la que no se sentían incapaces, y las dificultades de las cuales no podían apreciarlo, ya que no lo poseían.

Debemos estar cerca de Dios para sentir lo que falta en la condición de Su pueblo en cuanto a Él: porque es en Él que encontramos lo que nos permite comprender tanto Su fuerza como las exigencias de nuestra relación con Él. Durante la vida de Gedeón, Israel vivió en paz.

Aunque los detalles de esta liberación tienen un interés especial, me parece que marca una condición más baja del pueblo que en el período de las precedentes. Parecía entonces cosa bastante natural que algún siervo de Jehová, confiando en su brazo, librara al pueblo del yugo que lo oprimía. O bien, el pueblo, despertado por las palabras de una profetisa, se soltó y, con la ayuda de Dios, obtuvo la victoria sobre sus enemigos.

Pero en este caso, incluso el sentido de la relación de Jehová con su pueblo tenía que ser restaurado. Eso es lo que Dios hace con Gedeón, como hemos visto, y eso con conmovedora condescendencia y ternura. Pero era un requisito para hacerlo. Por lo tanto, solo Dios logró la liberación de su pueblo. El pueblo no debe emplearse en ello, no sea que se lo atribuya a sí mismo; porque cuanto más lejos estamos de Dios, más dispuestos estamos a atribuirnos lo que se debe sólo a Él.

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