2 Y él les dijo: Tengo ciento veinte años. Aunque Moisés a menudo había sido rechazado con orgullo y desdén, no podía ser sino el caso, sin embargo, que su partida despertaría la pena más profunda e inspiraría con mucha alarma. Al establecer ante ellos su edad, por lo tanto, consuela su ansiedad y mitiga su dolor; y también, por otra razón, reprime sus lamentaciones, es decir, que Dios había fijado su término de vida. Lo aduce, entonces, como un alivio, porque tanto su muerte fue más que madura, y ya no estaba en su vejez extrema por fatiga duradera. Aquí, sin embargo, surge la pregunta, ¿por qué debería decir que estaba fallando, y quebrantado en fuerza, cuando veremos un poco más adelante que mantuvo sus sentidos en su rigor incluso hasta su muerte? Pero la respuesta es obvia, que no habría sido inútil en su vejez, porque sus ojos estaban oscuros o sus miembros temblaban, sino porque su edad ya no le permitía realizar sus deberes habituales. Porque había sido maravillosamente y sobrenaturalmente preservado hasta ese momento; pero, dado que había llegado al final de su curso, era necesario que se hundiera repentinamente y se le privara de sus facultades.

"Salir y entrar" es equivalente a realizar las funciones de la vida: así se dice en el Salmo: "Tú has sabido que salía y entraba". (231) (Salmo 121:8.) Y en este sentido se dice que David salió y entró, cuando realizó el deber confiado a él por Saúl. (1 Samuel 18:5.)

En la última cláusula, donde se refiere a su exclusión de la tierra de Canaán, y al no poder entrar en ella, indirectamente reprende al pueblo, por cuya ofensa Dios se había enojado consigo mismo y con Aarón. Así, por esta tácita reprensión, los israelitas fueron amonestados a soportar con paciencia la pena de su ingratitud. Al mismo tiempo, cuando se muestra sumiso al decreto divino, les ordena que también lo acepten.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad