10. Ven, ahora, pues, y te envío a Faraón. Una vez que Dios había provisto a su siervo con promesas para animarlo a realizar su trabajo, ahora añade mandamientos y lo llama a emprender la tarea para la cual está destinado. Y esta es la mejor motivación para cumplir un deber, cuando Dios hace que aquellos que, de otro modo, serían lentos debido a las dudas, estén seguros de un buen éxito; porque aunque debemos obedecer los mandamientos claros de Dios sin demora ni vacilación, aún está dispuesto a prevenir nuestra pereza al prometernos que nuestros esfuerzos no serán en vano o inútiles. Ciertamente, es un sentimiento que está naturalmente implantado en todos nosotros, que somos impulsados a la acción por la confianza en un buen resultado; por lo tanto, aunque a veces Dios, con el propósito de probar la obediencia de sus siervos, les priva de la esperanza y les ordena de manera perentoria que hagan esto o aquello, más a menudo elimina la vacilación al prometer un resultado exitoso. Así que, en este momento, despertó a Moisés para que cumpliera sus mandatos al presentarle la esperanza de la liberación. La partícula copulativa debe entenderse como una partícula consecutiva, porque el mandato y la vocación dependen sin lugar a dudas de la promesa.

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