22. Y Bezaleel, el hijo de Uri. Nuevamente nos impresiona que toda la obra fue divina, tanto porque Moisés entregó fielmente los mandamientos de Dios, y los artífices los siguieron con precisión precisa. Al mismo tiempo, cuenta la suma total de oro y plata, y nos muestra lo que se consumió. Por lo tanto, deducimos que todos cumplieron honestamente su deber, y que nadie fue corrompido o dejado de lado por la codicia para caer de su integridad. También se nos informa de dónde se obtuvo la cantidad de plata, a saber, del censo de la gente; para un impuesto de un shekel común, que era la mitad de un shekel del santuario, se impuso en cada cabeza, como ya hemos visto (304) . Moisés ahora muestra que toda esta suma se recaudó y pagó sin fraude, y se aplicó de manera tal que no se debe perder ninguna.

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