23. Y Faraón se volvió. En esta palabra, Moisés nos enseña que la dureza del corazón, a la que Dios había dedicado a Faraón, era voluntaria; para que el pecado descansara en sí mismo, ni el nombramiento secreto de Dios sirvió de nada para disminuir su culpabilidad, porque su locura está condenada, porque él "no puso su corazón en esto también". De donde se deduce que él fue el autor de su propia obstinación, porque, cegado por el orgullo y el desprecio, no tuvo en cuenta la gloria de Dios. De este modo, los malvados, aunque como vasos de ira, son arrojados por Dios a una mente reprobada, todavía se endurecen, porque ingeniosa y voluntariamente corren contra Dios, y así su seguridad, audacia y perversidad les quitan la excusa de ignorancia o error. Por lo tanto, este ejemplo nos advierte que no nos adormezcamos cuando Dios nos despierte, sino que consideremos atentamente sus obras, que pueden instruirnos a reverenciar y temerle. La afirmación de que los egipcios cavaron pozos para ellos mismos aumenta la certeza del milagro, al igual que lo que se agrega a los siete días; porque si la corrupción del agua solo hubiera sido momentánea, podría haber surgido alguna sospecha de ilusión, que fue eliminada por el sabor y la apariencia continuos. Por lo tanto, se dijo antes, que los egipcios sufrirían molestias y dolor (91) por falta de agua; porque así lo explico, que deberían estar tristes y afligidos, a saber, porque no tenían nada que beber.

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