Él persigue el mismo sentimiento. Había amenazado con destruir a Jerusalén y a sus ciudadanos: ahora agrega las otras ciudades de Judá que aún estaban habitadas. Por último, habla de toda la tierra, como si dijera que ningún rincón debería suponerse libre de matanza, ya que la venganza de Dios debería atacarlo, así como la crueldad de los enemigos en todas las regiones. Jerusalén era la cabeza de toda la nación; Ezequiel predice su asedio, y después de eso fue fácil derrocar y estropear otras ciudades, de modo que toda la región quedó sujeta a la lujuria de los enemigos. Luego agrega lo que hemos notado anteriormente, sabrán que yo soy Jehová. Habían escuchado esta instrucción de los Profetas, debieron haber sido imbuidos de ella desde su más tierna infancia, porque Dios había dado testimonio de muchas pruebas de que él era el Dios verdadero Porque su poder se había vuelto suficientemente conocido y entendido por los frecuentes éxitos por los cuales esa desgraciada gente había sido arrebatada incluso de la muerte inmediata. Pero como su impiedad los había estupido, por lo que despreciaron descuidadamente no solo las enseñanzas del Profeta, sino también los juicios de Dios, cuando los castigó abiertamente, este conocimiento no se menciona sin razón. Por lo tanto, cuando Dios extiende su mano por última vez para castigarlos, dice que su poder debe ser tan manifiesto entre ellos, que ya no debe escapar de ellos; pero aun así estaban tan endurecidos en su depravación que casi olvidaron por completo a Dios. Porque siempre debe observarse un contraste entre ese conocimiento que surge del desempeño y el que surge del enunciado; Para aquellos que habían cerrado sus oídos cuando Dios los invita a sí mismos como siervos, deben sentirse obligados a sentir que él es Dios cuando está en silencio y está ejecutando su venganza sobre ellos. Sigue -

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