Aquí una profanación del templo, se muestra al Profeta, a saber, el ídolo erigido en la entrada del área cerca del altar. Puede suceder que la adoración a Dios esté ligeramente viciada, de modo que la corrupción apenas sea aparente. Pero mientras el Profeta repite que el ídolo era de celos, la mentira señala la vergonzosa y vergonzosa desgracia de ese espectáculo, de modo que no podían pasar por alto su impiedad por ningún pretexto, después de haberse rebelado tan abierta y confesamente de la ley de Dios. Pero cuando se le ordena levantar los ojos hacia el norte, esto también sirve para confirmar su enseñanza. Porque si el Profeta hubiera girado sus ojos de esa manera por su propia voluntad, su mirada habría sido de menos momento, pero cuando Dios dirige sus ojos por orden expresa, el reproche que sigue tiene más peso. Esta, por lo tanto, es la razón por la cual el Profeta no lanzó sus ojos por su propia voluntad hacia el ídolo, como podría haberlo hecho, sino que Dios lo amonestó a hacerlo. Mientras tanto, parece con qué docilidad obedeció los mandamientos de Dios. Él pone estas dos cosas juntas, que se le ordenó levantar los ojos y que lo hizo de inmediato. Aquí vemos que fue tan obediente al mandato de Dios, que no se demoró sino que lo obedeció al instante. Él dice que el ídolo estaba cerca de la puerta del altar, circunstancia que exagera el crimen. Si el ídolo se hubiera erigido en cualquier rincón remoto, habría sido un sacrilegio intolerable, aunque la modestia de los judíos hubiera sido mayor: pero cuando erigieron el ídolo delante del altar, volaron como si estuviera frente a Dios. Si una mujer inmodesta corre tras un adúltero, su esposo está justamente enfurecido; pero si ella lo lleva ante su esposo, y lo quiere con él ante sus ojos, y se prostituye a todos los crímenes, entonces ciertamente esa lujuria desenfrenada no puede ser soportada. Pero tal era la audacia de la gente, que cuando el ídolo se erigió ante la puerta del altar, parecía querer destronar al Todopoderoso y contaminar su altar al ver al ídolo. Sigue -

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