26. Y el hombre inclinó la cabeza. Cuando el siervo de Abraham oye que se había posado sobre la hija de Betel, se siente cada vez más eufórico con la esperanza. Sin embargo, no se regocija, como suelen hacer los hombres profanos, como si el hecho fuera fortuito; pero él le da gracias a Dios, al respecto, como resultado de la Providencia, por el hecho de que lo llevaron oportunamente al lugar que había deseado. Por lo tanto, no se jacta de su buena fortuna; pero él declara que Dios había tratado amablemente y fielmente con Abraham; o, en otras palabras, que, por su propia misericordia, Dios había sido fiel en el cumplimiento de sus promesas. Es cierto que la misma forma de discurso se aplica a las personas presentes; tal como sigue poco después en el mismo capítulo, (Génesis 24:49,)

"Si vas a tratar amable y verdaderamente con mi maestro, dímelo".

Sin embargo, el lenguaje es peculiarmente adecuado para el carácter de Dios, tanto porque él otorga favores gratuitamente a los hombres, y está especialmente inclinado a la beneficencia: y también, al nunca frustrar su esperanza, demuestra ser fiel y verdadero. Esta acción de gracias, por lo tanto, nos enseña a tener siempre la providencia de Dios ante nuestros ojos, para que podamos atribuirle lo que sea que nos suceda de manera próspera.

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