7. Acuéstate conmigo (145) Moisés solo toca brevemente los puntos principales, y la suma de las cosas que relata. Porque no hay duda de que esta mujer impura se esforzó, por diversas artes, para atraer a la juventud piadosa, y que se insinuó con halagos indirectos, antes de irrumpir en una licencia tan desvergonzada. Pero Moisés, omitiendo otras cosas, muestra que la lujuria de la base la había empujado tanto que no había evitado solicitar abiertamente una conexión con José. Ahora bien, esta inmundicia es una señal de que la lujuria carnal actúa por impulsos ciegos y furiosos; así, en la persona de José, se nos presenta un admirable ejemplo de fidelidad y continencia. Su fidelidad e integridad aparecen en esto, que él se reconoce a sí mismo como más estrictamente obligado, mayor es el poder con el que se le confía. Los hombres ingenuos y valientes tienen esta propiedad, que cuanto más se les confíe, menos podrán soportar engañar: pero es una virtud rara para aquellos que tienen el poder de hacer daño para cultivar la honestidad gratuitamente.

Por lo tanto, José no es elogiado inmerecidamente por Moisés, por considerar la autoridad con la que fue investido por su maestro, como una brida para evitar que transgreda los límites del deber. Además, también da una prueba de su gratitud, al presentar los beneficios recibidos de su maestro, como una razón por la cual no debe someterlo a ninguna desgracia. Y, por lo tanto, surge en este día tal confusión en todas partes, que los hombres son medio brutales, porque este vínculo sagrado de la sociedad mutua está roto. Todos, de hecho, confiesan que si han recibido algún beneficio de otro, están obligados a él: uno incluso le reprocha a otro su ingratitud; pero hay pocos que sinceramente siguen el ejemplo de José. Sin embargo, para que no parezca estar restringido solo por el respeto al hombre, también declara que el acto sería ofensivo para Dios. Y, de hecho, nada es más poderoso para vencer la tentación que el temor de Dios. Pero él elogia la generosidad de su maestro, para que la mujer malvada pueda desistir de su propósito abandonado. En el mismo punto está la objeción que él menciona: Tampoco me ha ocultado nada más que a ti, porque tú eres su esposa. ¿Por qué dice esto, excepto que, al recordar la obligación religiosa del matrimonio, puede herir la mente corrupta de la mujer y curarla de su loca pasión? Por lo tanto, no solo se esfuerza enérgicamente por liberarse de sus perversos atractivos; pero, para que sus deseos no sean indomables, él le propone el mejor remedio. Y podemos saber que la santidad del matrimonio nos es encomendada aquí en la historia de José, por la cual el Señor se declararía a sí mismo como el mantenedor de la fidelidad matrimonial, para que nadie que viole la cama de otra persona pueda escapar de su venganza. Porque él es una garantía entre el hombre y su esposa, y requiere la castidad mutua de cada uno. De donde se deduce que, además de la lesión infligida al hombre, Dios mismo es gravemente agraviado.

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