Continúa con el mismo tema, porque expresa su asombro y admiración en cuanto a los juicios de Dios. Primero declara que Dios es grande en consejo y grande en trabajo. Por consejo, comprende la sabiduría de Dios, que no solo supera todos nuestros pensamientos, sino que también los absorbe. Y luego menciona la ejecución de su consejo, que ofrece evidencias de esa sabiduría que se nos aparece. Por las obras de Dios, aprendemos cuán grande e inigualable es su sabiduría: porque eso en sí mismo no puede ser comprendido, no, los hombres no podrían tener el menor conocimiento de ello, excepto que las obras lo hicieran visible. Las obras de Dios, entonces a través de su excelencia, son evidencias de su sabiduría inconmensurable. Por esta razón y en este sentido, el Profeta llama a Dios grande en el consejo y grande en el trabajo.

Agrega, que sus ojos están abiertos a todos los caminos de los hombres. Con estas palabras insinúa que él es el juez de todo el mundo, y que cualquier cosa que los hombres puedan consultar, hablar o hacer, debe llegar a un ajuste de cuentas. El significado es que la providencia de Dios se extiende tanto a todas partes del mundo, que las obras de los hombres no pueden ser escondidas de él, y que nadie puede escapar de su mano; porque después de haber hablado de los ojos de Dios, agrega, para que pueda rendir a cada uno según sus caminos y según el fruto de sus acciones.

El Profeta, entonces, no habla aquí de ninguna especulación ociosa, como los hombres impíos entretienen; porque confiesan que Dios ve todas las cosas, pero imagina que está satisfecho con tener solo este conocimiento; y así lo privan de la dignidad y el cargo de juez. Pero el Profeta aquí muestra cuál es el fin de la providencia de Dios, por qué Dios tiene los ojos abiertos, incluso para que finalmente pueda producir en su tribunal todos los dichos y hechos de los hombres, sí, sus pensamientos también. Estas palabras nos enseñan además que nuestra vida no puede formarse correctamente, a menos que tengamos en cuenta la presencia de Dios, para saber que sus ojos están en nosotros, y que no hay nada oculto para él, porque de dónde está allí mucha libertad al pecar, excepto que los hombres se vuelven desenfrenados como fugitivos? como cuando un hijo rebelde se retira de los ojos de su padre, puede abandonarse por completo al pecado, porque se libera de todo temor y vergüenza. Entonces nuestra falta de pensamiento es como un vuelo, porque pensamos que estamos muy lejos de Dios. Esto, como he dicho, siempre debe ser recordado, que los ojos de Dios están abiertos en todos nuestros caminos, y para este fin, que él puede rendir a cada uno según sus caminos, y que todos puedan reunirse El fruto de sus propias obras.

Aunque, entonces, Dios por un tiempo puede confabularse con lo que hacemos, y puede no manifestar manifiestamente que él es el juez de los hombres, no hay razón para que la indiferencia nos invada, como si pudiéramos escapar de su mano; pero háganos saber que él se percata de todas nuestras acciones y dichos, que en adelante podrá demostrar que no es un observador ocioso, como sueñan algunos hombres impíos, sino que es testigo ocular de todas las cosas, para que pueda Por fin aparece como nuestro juez.

Los papistas recurren a este pasaje para apoyar los méritos de las obras; pero es un intento frívolo; porque cuando la Escritura declara que será entregada a cada uno según sus obras, no excluye la misericordia gratuita de Dios; y cuando Dios rinde una recompensa a los fieles, depende de un perdón gratuito, porque les perdona lo que de otra manera viciaría sus buenas obras: y para hablar más exactamente, Dios no rinde a los fieles de acuerdo con sus obras, excepto cuando él gratuitamente los perdona y perdona todo lo que han hecho mal. La recompensa depende entonces de la misericordia libre de Dios solamente. En cuanto a los malvados, no es de extrañar que se les diga una recompensa justa, porque sabemos que son dignos de perdición eterna, y que Dios es un juez justo cuando castiga sus pecados. Sigue, -

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