AQUÍ se narra la presunción extrema, así como la crueldad de los príncipes; porque echaron al santo Profeta en un hoyo, donde se hundió en el lodo. Era una prueba de la impiedad endurecida de no perdonar a un siervo de Dios tan excelente; y también fue una crueldad salvaje, cuando no tenían motivo para estar tan llenos de ira, excepto que Jeremías había obedecido a Dios y cumplió fielmente el oficio que le había encomendado.

Al mismo tiempo, aprendamos de este ejemplo, siempre que le agrade al Señor que pruebe nuestra paciencia, que resista con resignación lo que vemos que ha sido llevado por el santo Profeta. Si, entonces, nos estremecemos en cualquier momento ante los horrores de la cruz, para que nos parezca difícil soportar la persecución, recordemos este ejemplo del Profeta. En una palabra, aquí, por un lado, se nos muestra, como en una imagen, la maldad del mundo; y por el otro, la maravillosa constancia y también la singular mansedumbre del siervo de Dios brillan gloriosamente.

Jeremías luego dice que fue tomado por los príncipes y arrojado a un pozo, que estaba en la corte de la prisión; y en esa parte, donde habitaba uno de los consejeros, incluso Malquías, hijo de Hamelec. Y al mismo tiempo describe el estado del lugar, que era un pozo de espejos, de modo que se hundió en el barro. No quiere decir que estaba cubierto de lodo, sino que estaba fijado en él, como lo indica la palabra hebrea; y así podemos representar correctamente las palabras: "Él yacía fijo en el barro". Ahora sigue:

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad