4. Y salió el lote para las familias, etc. Aquí se describe primero el número de ciudades de las cuales tendremos que hablar poco a poco. En segundo lugar, se dice claramente que la suerte cayó en manos de los hijos de Aarón en la tribu de Judá. Esto no sucedió fortuitamente, porque Dios en su admirable consejo los colocó en esa localidad donde había decidido elegir un templo para sí mismo. En tercer lugar, la narración procede a dar los nombres exactos de las ciudades, de las cuales la primera mencionada es Hebrón, de la cual Caleb, con gran ecuanimidad, se permitió ser privado. Si alguien objeta que la primera ciudad de todas las que se les debería haber dado era Jerusalén, donde tendrían su futura estación, es fácil responder que se les entregaron ciudades de tamaño moderado según lo requiriera su condición. Además, Jerusalén no fue subyugada, ya que continuó bajo el poder de los jebuseos. En resumen, habría sido absurdo asignar un asiento real a los sacerdotes. Y su religión y fe fueron mejor demostradas por esto, que emigraron por su propia voluntad de su tierra natal para dedicar su atención a las cosas sagradas. Porque ningún sacerdote realizó el oficio sin convertirse en un extraño. Sin embargo, su debilidad se vio tan satisfecha al otorgarles una concesión de ciudades vecinas, que tal vez no tengan la fatiga de un largo viaje para cumplir su función. Además, la entrega de trece ciudades para una vivienda a una familia, y que no son muy numerosas, confirma lo que he dicho en otras partes, que las otras tribus poseían muchas ciudades, (175) del cual no se hace mención; en poco tiempo esto se confirmará con mayor seguridad.

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