13. Y el Señor le habló a Moisés. Debe recordarse, entonces, que este castigo no fue infligido al blasfemo por el capricho del hombre, o el celo obstinado de la gente, sino que la revelación divina instruyó a Moisés qué oración se pronunciaría. Se ha dicho en otra parte (83) por qué Dios haría que los malhechores fueran asesinados por las manos de los testigos. Aquí se agrega otra ceremonia, a saber, que deberían poner sus manos sobre su cabeza, como para echarle toda la culpa.

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