El Profeta dice que Cristo se sentaría para purificar a los hijos de Leví; porque aunque eran la flor, por así decirlo, y la pureza de la Iglesia, todavía habían contraído cierto contagio de la corrupción que prevalecía. Tal fue entonces el contagio, que no solo la gente común se corrompió, sino incluso los propios levitas, que deberían haber sido guías para los demás, y que debían estar en la Iglesia como si fuera el patrón de la santidad. Sin embargo, Dios promete que tal sería la purificación que Cristo efectuaría, y tan regulada, que consumiría a todo el pueblo, y sin embargo purificaría a los elegidos, y los purificaría como la plata, para que puedan ser salvos. Luego nos dice que los levitas mismos necesitarían una prueba para limpiarlos; porque ellos mismos no estarían sin suciedad, porque se habían mezclado con un pueblo perverso, que se había apartado por completo de la ley, y del temor y la adoración a Dios.

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