21 Y Jesús respondiendo. El uso del milagro se extiende aún más por Cristo, con el fin de entusiasmar a sus discípulos a la fe y la confianza. Por Marcos, la exhortación general se coloca primero, para tener fe en Dios; y luego sigue la promesa de que obtendrían por fe lo que le pidieran a Dios. Tener fe en Dios significa esperar y estar completamente seguro de obtener de Dios todo lo que necesitemos. Pero como la fe, si tenemos alguna, estalla de inmediato en la oración y penetra en los tesoros de la gracia de Dios, que se nos ofrecen en la palabra, para disfrutarlos, así Cristo agrega la oración a la fe; porque si solo hubiera dicho que tendremos lo que queramos, algunos habrían pensado que la fe era presuntuosa o demasiado descuidada. Y, por lo tanto, Cristo muestra que esos son solo creyentes que, confiando en su bondad y sus promesas, se acercan a él con humildad.

Este pasaje está extremadamente adaptado para señalar el poder y la naturaleza de la fe; que es una certeza, confiando en la bondad de Dios, que no admite dudas. Porque Cristo no reconoce como creyentes a nadie más que a los que están completamente convencidos de que Dios se ha reconciliado con ellos, y no dudan que dará lo que piden. Por lo tanto, percibimos con qué artilugio diabólico los papistas están hechizados, quienes mezclan la fe con la duda, e incluso nos acusan de presunción tonta, si nos aventuramos a aparecer ante Dios bajo la convicción de su paternal respeto hacia nosotros. Pero este beneficio derivado de Cristo es aquel en el que Pablo se detiene principalmente, cuando dice que

por la fe de él tenemos audacia acercarse a Dios con confianza ( Efesios 3:12).

Este pasaje muestra también que la verdadera prueba de la fe reside en la oración. Si se objeta, que esas oraciones nunca se escuchan, que las montañas deben arrojarse al mar, la respuesta es fácil. Cristo no da rienda suelta a los deseos de los hombres, que deseen cualquier cosa a su gusto, cuando coloca la oración según la regla de la fe; (22) porque de esta manera el Espíritu necesariamente debe mantener todos nuestros afectos con la brida de la palabra de Dios, y llevarlos a la obediencia. Cristo exige una confianza firme e indudable de obtener una respuesta; ¿Y de dónde obtiene la mente humana esa confianza sino de la palabra de Dios? Ahora vemos que Cristo no promete nada a sus discípulos, a menos que se mantengan dentro de los límites de la buena voluntad de Dios.

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